¿Existe
o no existe Dios? Tal vez exista, tal vez no… ¿Qué puede nuestra razón? Nuestra
razón puede ser insuficiente para articular una prueba de la existencia de Dios
con carácter absolutamente convincente, pero eso no supondría que Dios no
existiera. Por otro lado, ¿acaso nos convencen las pruebas que
intentan demostrar que Dios no existe? Quizá la existencia de Dios no pueda ser
demostrada, o quizá sí… Los santos o los filósofos
cristianos primero creyeron y después razonaron. Parece, por tanto, que
creer o no creer en Dios obedece, fundamentalmente, al corazón o a las vísceras;
ahora bien, ¿qué nos interesa más?, ¿qué exista o que no exista? Es en esta
nueva perspectiva sobre la problemática en la que se sitúa Pascal. Dios existe
o no existe; una de las dos posibilidades tiene que ser cierta, porque
justamente no puede ser, por contradictorio, que Dios exista y no exista a la
vez (atentaría contra el principio lógico de tercero excluido). Cara o cruz,
por tanto. ¿Qué probabilidades hay de que la moneda caiga de un lado o de otro, de que Dios
exista o no exista? En principio, las mismas: el 50%. Ahora bien, a nosotros, como hombres efímeros y mortales,
qué nos interesa más: ¿que Dios exista o que no exista? ¿Y cuál sería nuestra
actitud hacia su existencia o no existencia? Apostemos, pues. La apuesta es ineludible,
porque no apostar supone haber apostado ya. Si Dios no existe, y apostamos por
su existencia, nada perdemos. Si Dios existe, y apostamos por su no existencia,
lo perdemos todo. Para Pascal, por tanto, sin lugar a dudas, hay que apostar por la existencia de Dios.
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Jesús
Cánovas Martínez©
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