Leo a Chejov, y encuentro una frase terrible:
"¡Qué bello es el mundo! Sólo hay una cosa en él que no funciona: el ser
humano".
El cielo estrellado fuera de él, y la ley moral dentro de él, eran las dos cosas que producían una honda admiración en Kant. Se debería, sin embargo, resaltar un matiz: contemplar el cielo estrellado siempre ensancha el corazón; contemplar al ser humano lo encoge. Ese don tan maravilloso que posee, la libertad, queda defraudado con demasiada frecuencia, y en vez de enaltecer al hombre, lo rebaja a cotas infrahumanas.
Una suerte, queridos amigos, que Dios decidiera encarnarse para de este modo salvar lo perdido. Por eso la Navidad, a pesar de quienes sólo la contemplan con un sentido superfluo y comercial, todavía nos llena de alegría y nos alborota el corazón de esperanza... ¡FELIZ NAVIDAD, AMIGOS!
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