Grácil, a veces no tanto, este tipo de
manipulador demuestra haber desarrollado una forma de egotismo rayana entre lo
sutil y lo burdo, en la demencia seguro, puesto que en algún momento de su vida
comenzó a elevarse sobre el terreno, dejando por eso de pisar la realidad. Ha
hecho de su carácter una forma amable de ver la vida, una cristalización
conspicua donde apremia la urgencia por sobresalir, o resaltar, sobre el amorfo
paso de los días.
Utiliza el halago de la manera más soez,
porque cree que así capta una suerte de benevolencia por parte de sus víctimas;
halagando la vanidad, debe pensar, conseguirá cualesquiera metas que se
proponga. Así que decide sobre lo recto o lo curvo impostándose de autoridad;
decide no solo lo que se ha de pensar, sino sobre lo que se piensa de hecho, y
cómo; entra a dirimir sobre gustos y sin remisión le esclafa a la víctima, por
si no lo tenía claro, cuál debe ser el suyo, eso sí, con gracia, que esta no le
falta al manipulador sibarita. En última instancia, arrostra consigo el peso de
las decisiones que la víctima ha de tomar porque, sí, él ya ha decidido por
ella. Lo importante es que torciendo las conductas según su capricho, remeda el
plan de Dios.
Es este un tipo, como todo manipulador, que
no sabe estarse en su sitio, o no quiere. ¿Qué fines persigue, pues? Por de
pronto la misma manipulación; sentirse como superior, mucho más inteligente que
aquel a quien manipula. Utiliza para ello, como sibarita, la sutileza, sabiendo
dejar en mal lugar a aquel que debe quedar en mal lugar, es decir, el
manipulado, y esto de un modo grácil: haciéndole ver a ese pobre manipulado,
víctima ingenua, que en el fondo, y en la superficie, le está haciendo un
favor. ¡Es tan listo el manipulador!
La mayoría de estos individuos iban para
políticos, pero algunos torcieron el rumbo por el caprichoso azar, así que
pululan en cualquier ámbito de la vida y es fácil el encontronazo con ellos. Yo
los huelo, los presiento, ¡tanto mal me han causado a lo largo de mis años! Siempre
en un estrato superior sobre el que poder observar y dirigir la conducta de los
demás, difícilmente se camuflan ante el ojo atento, máxime cuando pretenden
hacerse los graciosos, lo contrario a los estultos con agasajos de sapiencia o
sermonear sobre lo justo o lo bello como un colmo. Elevan para después
destruir; son trepas terribles llenos de vanagloria. Se hacen una composición
de lugar, generalmente distorsionada, y entonces atacan con el mayor de los
descaros a la víctima propicia que ellos han elegido; si no hubieran tenido
éxito no serían así y no manipularían, pero de todos es sabido que stultorum numerus...
No necesariamente son unos embusteros estos
manipuladores, pues les suele salir tan natural el arte que hasta ellos mismos
se lo creen. Ahora bien, cuando se le paran los pies y el manipulador sibarita
y sutil ya no manipula, y sabe que cualquier intento por manipular resulta
ahora infructuoso, entonces estila el rabotazo, con garbo, muy ofendido en sus
forros. Retorcerá hábilmente la realidad y al manipulado que no se ha dejado
manipular intentará dejarlo como lo que no es. Damnum unius est gaudium alterius y el monte es algo así como orégano,
falataría.
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Jesús
Cánovas Martínez©
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