En el nº 7 de la revista "Sol Negro", acerca de la cual ya he hecho mención en alguna entrada de este blog, apareció un artículo de un servidor con el título de "Reflexión sobre la tolerancia". Hace años de aquello. Sin embargo considero que la mentada "reflexión" sigue estando fresca, máxime cuando hay tantos partidarios del relativismo moral, quienes lo aceptan sin mayores criterios y obvian sus consecuencias. No soy relativista. Aquí dejo aquella apresurada "reflexión" en el intento de que sirva de soporte a la "reflexión" de cada particular, laus Deo.
REFLEXIÓN SOBRE LA TOLERANCIA
Un
valor de nuestra sociedad occidental es la tolerancia. Puesto que sabemos en
qué consiste la intolerancia, podemos hablar de tolerancia. Tolerar significa
respetar al otro, dejarle un espacio; recular, por tanto, no ser para que otro
sea. Por eso, la actitud tolerante hay que entenderla bajo el signo de la
renuncia. Yo renuncio a expandirme ilimitadamente para que el otro, que es un
tú, tenga un espacio para ser. Pero su espacio ya no es mi espacio, es otro
espacio, y yo lo asumo. En esta asunción del ámbito del tú aparece un juego: el
del respeto. Consecuentemente, tolerar es respetar que otro pueda existir
frente a mí con un espacio que le es propio, con un territorio que viene a
formar parte de su esencia, de su intimidad; y desde ahí alza su voz. Como
contrapartida, el otro, el tú, me limita, pero yo lo acepto porque, aceptando
ese límite que me impone, yo puedo existir. Desde la pura abstracción me
reduzco a concreción, por el otro; pero sólo así, siendo un ser concreto, es
como yo soy: el tú me hace falta para vivir, hasta el punto que, sin él, no
soy. Por consiguiente, la tolerancia se constituye en la base del diario vivir,
de la posibilidad misma del grupo, el “nosotros”,
o de la sociedad, el “ellos” en el
que está inscrito el “nosotros” y al
que mi yo se remite indefectiblemente, lo quiera o no. Ahora bien, en la
reciprocidad del respeto de los espacios del yo para el tú, y del tú para el yo
- eje en el que se vertebra toda posible convivencia -, los límites son
corredizos, las fronteras cambian, se producen movimientos de tierras… El juego
del respeto, por tanto, ha de ser normado. Mas, ¿tiene sentido la norma si
alguno no está dispuesto a tolerar? Obviamente: para él no.
Por
lo expuesto, se desprende un interrogante al que urge dar una respuesta
perentoria: ¿Se puede ser tolerante con el intolerante?, ¿se puede jugar con el
que no quiere jugar? Si respondemos con un “sí”,
tendremos que hacernos una nueva pregunta que nos llevará a su respuesta
concomitante: ¿Cómo? Porque —¡qué duda cabe!— en el extremo de la renuncia nos
deberíamos dejar llevar al matadero, al circo de los leones, sin oponer
resistencia; ahora bien, frente a un miura, ¿quién es el que permanece sereno?
¿No será que la prudencia a veces es miedo y que ese miedo subyace en ciertos
tipos de tolerancia? En otro orden de cosas, habría que preguntarle a ese que
tolera: ¿quién eres tú para tolerar?, y ¿desde dónde toleras? Porque si tú eres
alguien para tolerar es que te eriges en juez y decides lo que es tolerable e
intolerable… ¿Desde dónde hablas?, te repito la pregunta. Por otro lado, si
respondemos con un “no”, corremos el
peligro de volvernos intolerantes… mas, oponerse a un estado de injusticia
descarada, es decir, de no respeto, revelarse ante la prepotencia o la
intransigencia más dañina, ¿no es acaso “intolerar”
la intolerancia? De una doble negación, ya sabemos, surge una afirmación. No
obstante, ¿cómo podemos pensar que la lógica de la vida es aséptica ante otros
valores, o desvalores, que no sean los del respeto mutuo?… Yo he observado
muchas veces en mi vida que bajo la máscara de la defensa de las libertades se
esconden actitudes tan intransigentes como las que no la llevan. Y, lo que es
más grave, lo sigo constatando. Por tanto, y termino con esta apresurada
reflexión sobre la tolerancia, si nadie es nadie para tolerar alegremente,
tampoco debería ser nadie para “intolerar”
con la misma alegría, permítaseme la expresión… De cara a esta situación, ¿qué
hacer?, ¿tolerar, “intolerar”, o,
ambas cosas, según los momentos y conveniencias?… Responde tú. Yo, por mi
parte, sagaz lector, me voy a retirar para que hable el silencio, y tú seas. Difícil
es el don de la libertad, y hermoso.
Es muy importante la tolerancia y el respeto a los demás. Yo respeto a los demás y espero que los demás me respeten a mí.
ResponderEliminar¿El respeto es renunciar a mi libertad? No. ¿ Es renunciar a la libertad del otro? No. Las personas somos libres para hacer y decir lo que queramos, siempre y cuando, lo hagamos con respeto, sin insultos y sin malas formas.
Muy interesante tu reflexión, Laly.
ResponderEliminar