Hace ya cinco años un terrible terremoto asoló Lorca, la ciudad del Sol,
en la que viví durante mi primera infancia y a la que tantos gratos recuerdos y lazos
afectivos me unen.
Me pidieron colaborar, junto con otros poetas, en un libro colectivo con
el objetivo de recaudar fondos para su reconstrucción. Muy gustoso acepté con
el siguiente poema.
CUANDO LA TIERRA TIEMBLA
Para
Lorca, en el eclipse del sol.
Cuando la
tierra tiembla
y los pájaros
callan,
una tristeza
sorda
se instala en
la tarde.
La luz se
desmorona
y el aire se
comprime
con sonoro
silencio
de llanto
contenido.
Embriaguez de
roturas
y columnas
del mundo,
en la tarde
aquietada
emergen del
dolor.
En el cantil
del aire
oscilan las
palabras
terribles,
los susurros
ahogados, sin
voz.
Demorado un
eco
entre
acantilados
destiñen las
campanas
sobre el
cielo monótono.
La cicatriz,
la herida,
de una sangre
alejada,
como la luz
sin forma
que habita la
negrura.
Pero vendrán
las manos,
vendrán,
vendrán las manos,
juntas, unas
con otras,
en vendimia
de amor.
Heraldos de
palomas,
manos junto a
las manos,
brazos junto
a los brazos,
en vendimia
de amor.
Porque es la
luz que llega
a construir
de nuevo
entre un
clamor de voces,
vendrán,
vendrán las manos.
Porque la
luz, la luz
—núbil,
rotunda, clara—,
no puede ser
vencida
ni eclipsado
el sol.
Todos los
derechos reservados
Jesús Cánovas Martínez©
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