miércoles, 29 de junio de 2016

TRAMO SEXTO: ALMENDRICOS-GUADIX, ¡UNIDOS POR FERROCARRIL!

ALMENDRICOS - GUADIX
¡UNIDOS POR FERROCARRIL!

 AVISO IMPORTANTE: El texto que sigue a continuación lo escribí de una tacada en el otoño de 1989, y con él pretendía dar cuenta de la marcha realizada a través de la vía férrea que comunicaba las localidades de Almendricos con Guadix, clausurada hacía poco por una nefasta decisión política. A los que realizamos tal marcha nos movía, ciertamente, la protesta explícita por el cierre de la línea y la consecuente reivindicación de su apertura. Dicho lo cual, al escribirlo, no pude dejar de darle un sesgo subjetivo y poner de relieve sentimientos que me transportaban a mi infancia. Manifestando que, sin faltar a la verdad de los hechos, lo he retocado infiriéndole pequeñas modificaciones para darlo a los caminos ubicuos de Internet, me hago responsable de las opiniones que en él se vierten. Sin embargo, y a lo que vengo, no puedo asumir responsabilidad alguna acerca de las diversas instrumentalizaciones del mismo que, ajenas a mi voluntad, se hayan hecho o se pudieran hacer en aras de ideologías que escapan —y escapaban— al momento y a las motivaciones iniciales por las que fue escrito, las que ni acepto ni comparto.   
 
En El Hijate con el amable taxista que nos ha llevado hasta allí
TRAMO SEXTO


            A la mañana siguiente nos encontramos perros. Debe ser por el reblandecimiento cerebral que hemos sufrido durante los tres días de intensa marcha. Por eso decidimos tomar un taxi hasta El Hijate. Desde Serón —cuya estación, por cierto, se haya tapiada como buena medida contra el saqueo— hasta El Hijate hay un buen tramo de subida, y seguir andando entre los dos renglones que tomamos en un principio como guías no nos apetece, hoy no. Vivimos en tiempos civilizados y la edad de piedra hace milenios que acabó.

            El taxi nos lleva hasta la estación de El Hijate. Cambia el paisaje; atrás queda la grandeza de Los Filabres y la dura belleza de la cuenca del Almanzora, y ahora nos encontramos ante una extensión esteparia, campos de cereal, rastrojos, nos rodean. Una particularidad tiene este pequeño pueblo para lo que a nosotros nos atañe: La línea invisible de las demarcaciones políticas separa su estación, que pertenece a Granada, de su centro urbano, que se queda en Almería.

            Son 15 Km. de estepa los que separan la estación de El Hijate de la de Caniles, así que cuando divisamos la chimenea de la fábrica de azúcar cabe ésta última se nos alegra el pecho. Se hace necesaria la toma de resuello. Durante el descanso tenemos la grata visita de un rebaño, mezcla de lanar y cabrío, que a su paso adorna de cagarrutas el andén de la estación; bueno, esto es un decir, porque lo que hace es sumar nuevas cagarrutas a las que ya había. Hacemos fotos del acontecimiento: el ganado que transita indiferente por una estación solitaria por donde ya no pasan los trenes. Poco después, a la sombra de una morera, consultamos unos libros de Registro que hemos encontrado esparcidos por el suelo de las dependencias de la estación.
 
Pedro y Lorenzo contemplan el paso del ganado por la estación de Caniles
            Caniles se encuentra situado entre dos ríos, el Galopón y el Gallego, por lo que, a partir de este momento, se abre ante nuestros ojos la verdura de la huerta propiciada por la depresión orográfica en la que nos adentran los raíles. La olla de Baza es un oasis de descanso donde arraigan árboles frutales y hortalizas, protegidos del frío que azota sus límites exteriores.

            Baza es una ciudad con historia, salpicada de numerosos vestigios árabes que a poco que nos preocupemos saltan a la vista. Mas no es nuestro propósito describir los monumentos de las ciudades por las que pasamos, sino que pretendemos tan sólo dar referencia de nuestro viaje. Unos cuantos kilómetros antes de la estación desplegamos la pancarta para que todo el mundo con quien el azar nos haga tropezar tenga el placer de contemplarla, y de esta guisa, pancarta al viento, nos dejamos caer en la estación en pleno siestorro. Agradecemos las atenciones que tienen con nosotros la familia que la habita —gracias a la cual, lo que amenazaba ruina, se conserva en buen estado—, y sentimos ganas de detenernos más tiempo del preciso, pero no nos mueven las intenciones turísticas... ¡Una lástima! Llegados a Guadix nos enteramos de que Radio Baza intentó entrevistarnos, pero nosotros ya seguíamos camino. ¡No pudo ser! Aun así son numerosas las personas con las que hablamos en la estación —punto de reunión de las gentes— que se solidarizan con nosotros. Pensamos que por ellos, y por la inmensa mayoría de las personas de las poblaciones de las que se les ha privado de ferrocarril, merecía la pena este viaje.
           
Por Baza, en pleno siestorro
A partir de Baza, que fue un enclave ferroviario de primer orden, comienza otra zona ferroviaria; nos acompañará ahora la nueva numeración kilométrica dependiente de otra demarcación administrativa.
 
Desplegando la pancarta en la estación de Baza
            Sin embargo, en Serón, muy de mañana, nos habíamos levantado perros, ya lo he dicho antes, y a pesar de los loables propósitos que nos mueven, al poco de enfilar las vías y teniendo en lontananza el pueblo de Zújar, en la falda suroeste del impresionante Jabalcón, alguien de nosotros sugiere que deberíamos hacer, si por la mañana ya la hicimos, otra pequeña trampa. La soledad de estos campos es pasmosa. Zújar, en la distancia, se ofrece a la vista como un bonito espectáculo; parece una miniatura, tal vez un belén, de casitas blancas con ojos que contrastan con los amarillos de las tierras circundantes o el verde-gris de su vega de olivos. Allí pretendemos hacer noche, pero la villa dista de su estación unos cuantos kilómetros —quizá por esta circunstancia fue una de las que primero cerraron— y no nos apetece multiplicar por dos el recorrido que tenemos que hacer. De verdad, en esta cuarta jornada de la marcha nos sentimos cansados; a pesar de la belleza que se nos ofrece, no nos apetece ir hacia allá. A nuestra izquierda, la sierra de Baza, su soledad; en dirección noroeste el Jabalcón —más allá de él azulean las estribaciones de la sierra de Cazorla y, un poco desplazada a la derecha, la uña de La Sagra—; enfrente Sierra Nevada, las cumbres blancas de El Veleta. Cae la tarde, el sol declina; reina el silencio solo, y presentimos que éste también señorea, aun sin verlas, entre las pintadas mudas que engalanan los muros de la estación de Zújar-Freila.

            En un momento dado, nos vemos subidos en un taxi. Le pedimos al taxista que nos lleve hasta la estación de El Baúl. Tal decisión nos impide cruzar un larguísimo túnel de más de un kilómetro de longitud; nos quedaremos por siempre con las ganas de realizar tal hazaña.

            El taxista es parlanchín. Sabe quiénes somos; los ecos de la aventura se han extendido por las poblaciones de la línea férrea — la prensa y la radio dan noticia y cascan qué da gusto—. Es vox populi que unos individuos realizan el antiguo trayecto ferroviario a pie, salta la noticia de lengua en lengua. Nos dice el taxista que antes de dejarnos en El Baúl nos va a enseñar un puente mágico. Quiere que registremos en nuestra memoria tal particularidad por si algún día decidimos relatar nuestra aventura.
 
La solitaria estación de Zújar-Freila


            En la nacional 342, en dirección de Baza a Guadix, hay un desvío hacia El Baúl. El taxista lo toma y pronto llega a un puente que cruza por alto las vías del ferrocarril —desde el punto de vista ferroviario, es un paso elevado—. El taxista hace sus preámbulos misteriosos y nos dice que tal fenómeno nadie ha logrado explicarlo hasta la fecha; la magia hay que experimentarla in situ. Justo mismo desde donde arranca la pendiente deja el coche en punto muerto. El automóvil comienza a subir solo; el taxista nos dice que miremos sus pies, no tocan el embrague. Sube solo. Es algo asombroso, pero no hay truco. No hay truco. Ya en el otro lado, el taxista nos confirma tal magia. Frena el coche y nos pide que nos cercioremos de que está en punto muerto, éste entonces comienza a recular hacia atrás como si una extraña fuerza lo atrajera...

                                                                                  (continuará...)


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Jesús Cánovas Martínez©
                                                           Pedro Díaz Martínez©

                                                           Lorenzo López Asensio©

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