miércoles, 29 de marzo de 2017

ALHAMA, 5 DE JUNIO

Este poema tiene una dedicatoria explícita, a Emilio Saura y a su esposa, Ginesa López, y otra implícita: a sus grupos. Estos grupos son los hijos extensos de Emilio y Ginesa. Cuando escribí el poema, hace años, en el cual recojo la impresión de un momento muy especial, daba una serie de nombres: los de aquellos que en aquel día, en aquel momento, participaban de su atmósfera y magia. Después pensé que sería injusto nombrar a unos y no a otros, pues a lo largo del tiempo dilatado, habían sido pléyade los participantes en aquellas reuniones que invariablemente sucedían a primeros de mes  (principalmente los jueves, aunque en este caso lo fue en lunes), por lo que quité los nombres de unos para con ello nombrar a todos. Queda el poema así:




ALHAMA, 5 DE JUNIO

 

A Emilio Saura y  Ginesa López, y sus grupos.

 

 

Bajo el sol de la tarde congregado

el final discurrir de las aceras,

también el aire en torno de la mesa

donde mueren de súbito palabras

o nos nacen silencios por el pecho,

este lunes cualquiera de los lunes,

aquí, en Alhama, mes de junio, día

último de cursillo, la serena

brevedad de las horas deslizándose,

os retomo en mi voz, al deshacerse,

difusos en la luz que más se encalma,

cierne sus aposentos y recuerda

rotunda exactitud de la belleza.

 

Así recrea en gozo presentido

su entrega al derramar por la ventana

leve brisa la fronda de los álamos,

así los labios ciegan la ignorancia,

las interrogaciones o las dudas

suspensas en el aire, sus palomas,

detrás de las preguntas, muy detrás,

con nueva dignidad que el gozo inviste,

pero llena y desnuda la mirada

de lentas claridades y de espacios.

Y acontece del no saber la ciencia,

mecido un canto leve en la memoria.

Y en un instante grávido sucede

que el pasado y el presente se concitan.

 

Hoy es don:

Calma paz, Verbo vuelo;

palomas y palabras, Verbo gracia.

 

Alhama, mes de junio, día cinco,

cuando cae la luz

difusa en la belleza,

os retomo en mi voz, al deshacerse,

y os convoco en la brisa levemente,

encendidos de noche,

con palabras dormidas

y signos sucedidos,

como el don de un regreso,

como la fuente, al son de su regazo

eterno en el bullir,

un canto de los pájaros.

 

                 Jesús Cánovas Martínez©

                 Filósofo y poeta

                 Ad astra per aspera.

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