DIARIO
DE UNA CINCUENTAÑERA
MARIÁNGELES
IBERNÓN VALERO
LA
ROSA DE PAPEL
Una mala caída, un porrazo tonto con rotura
de rótula, llevan a la autora, Mariángeles Ibernón Valero, a replantearse
problemas vitales y a escribir este diario durante el período de convalecencia.
Lo constituyen veintiocho reflexiones que se suceden como latidos de un corazón
que quiere derramarse, como martillazos del alma de la autora con los que
quiere imprecar al lector y hacerlo partícipe de su propio itinerario de
curación. Los textos irán apareciendo, durante su convalecencia y
rehabilitación, en el Facebook y con ellos, al despertar del sol con cada
amanecer, sorprenderá a lo largo de los sucesivos días de un caluroso verano a
los amigos que la seguimos.
Diario
de una cincuentañera
destila verdad, generosidad, empatía, amor: alegría de vivir la vida, en
definitiva, pues lo que prima en él es una concepción vitalista de la
existencia. Y este aspecto práxico y
vital se subraya continuamente, casi machaconamente a lo largo de sus páginas. Cuando
se piensa, en el sentido de reflexión, se atrae el pasado, y los recuerdos pueden
hacer aflorar la nostalgia; pero si se actúa, se actúa de cara al futuro, hacia
la consecución de objetivos marcados, hacia lo porvenir, y tal resolución lleva
implícita la esperanza. Sin embargo, pasado y futuro, convergen en el presente,
único punto, tan real como fugitivo, donde se comprende la propia existencia;
así que, pensar y actuar, se resuelven en el espectar, contemplar, y contemplar
es entender en un golpe de luz el “yo soy”, intuir de repente lo que se es en
el aquí y ahora. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor, ni cualquier tiempo
futuro será peor; ni mejor ni peor, el tiempo de la vida es el tiempo del
ahora. Y el ahora, un ahora núbil, grácil, renovado, siempre punto de partida,
alegre como la mañana, es en el que pivota la autora y nos lo ofrece con una
soberana carga de inocencia.
Cierto es que tal punto vitalista no se puede
racionalizar propiamente; no hay argumentos contundentes para esclarecer tan
meridiana verdad. La vida, por el contrario, está para vivirla y la razón es
uno de sus añadidos. Cualquier acontecimiento puede esconder una revelación,
cualquier accidente traumático catapulta hacia una catarsis. De esta forma la
crisis se resuelve en su doble sentido de “juicio” y “oportunidad”.
Oportunidad, ¿de qué? De renovación. En su primer golpe de luz dice
Mariángeles:
Los cambios
asustan. Bloquean. Pero cuando amaneces sabiendo que tu vida ya no palpita de
la misma manera, puedes hacer muchas cosas. Mirar hacia otro lado o comenzar
una nueva aventura. Yo he elegido cambiar el chip. Porque esta vida que tenemos
es una y, al margen de lo que algunos crean, no espera a nadie.
Ahí está el programa, por tanto, el proyecto:
en el comienzo de una nueva aventura,
en el no arredrarse y echar hacia adelante con coraje y ganas de vivir, porque
no hay que dejarse hundir, o dejarse morir, que viene a ser lo mismo, tal como
el viejo Sancho aconsejaba a Quijote cuando se hallaba en sus postrimerías. Esa
sería la mayor de las locuras, y Mariángeles, sabedora de que lo es, la conjura
desde el inicio de su Diario:
A pesar
de haber estado tan expuesta, tan rota, tan hundida, me he sabido agarrar de la
mano, mantenerme a flote. Recoger mis pedazos.
El aspecto de praxis vital se subraya con insistencia en el Diario, el trabajo del día a día por conquistar la plenitud, el ser
de lo que somos, la realización:
Yo elijo
trabajar eso que algunos llaman buena suerte y no, nunca debemos sentarnos a
esperar. Pase lo que pase, jamás hay que sentarse a esperar… Los sueños conquistan
el imaginario de los valientes, los cobardes están ocupados buscando excusas y
culpables.
En otro momento, sabedora de la existencia de
Kairós, del tiempo de la oportunidad,
que llega pero rápido pasa; sabedora también de que nadie se lo regalará sino
su propio trabajo, expresa con meridiana certidumbre el aserto:
Exigir
nuestro sitio es un error. Los lugares le pertenecen a uno cuando el destino y
el momento perfecto se unen al esfuerzo de nuestro trabajo.
Quien llega a tal conclusión ha alcanzado,
por así decirlo, la sabiduría. Cuando el trabajo y el destino y el momento
perfecto, el Kairós, se aúnan,
incitan a una revolución en nuestra vida. Ahora bien, el expectante del tiempo
de la oportunidad es uno mismo, y uno mismo es el que ha trabajado para ver ese
momento acondicionando su mirada. Sí, en uno mismo está la llave de su propia
conquista y, por consiguiente, de la conquista de sus sueños y felicidad. Y el
golpe de luz nº 6, espero que Mariángeles me permita hablar de esta manera, es
especialmente esclarecedor en este sentido ya que ofrece el ideario de vida de
la autora. Dejo al lector que lo descubra por sí mismo, aunque no me resisto a
reproducir su inicio, de por sí muy revelador:
NO SOY
UNA SUPERMUJER,
ni
falta que me hace, conozco mis límites.
Y es que la aventura, la nueva y verdadera
aventura, la conquista de sí, el “serse”, comienza poniendo los pies en la
tierra. Ahora bien, sin dejar nunca de lado la alegría y la aspiración suprema
a la felicidad. Y sin arredrarse, sin hacer caso al qué dirán e invitando a la
aventura a todos aquellos que estén en la misma honda. La autora raya la
genialidad (genial por sincera), cuando declara:
A VECES
DICES QUE ERES FELIZ
y te
miran con sospecha, como si la mentira fuera la única explicación, como si no
pudiera compartirlo.
El sentido de la vida, pues, es el trabajo
diario, y la felicidad consiste en el camino diario que hay que realizar para
ser feliz; ese esfuerzo que hacemos, y debemos hacer, para vivir la vida en
plenitud.
Cuando hago la reseña de un libro siempre me
dejo muchas cosas en el tintero que me gustaría decir pero no digo. Y no digo
porque es el lector quien tiene la última palabra, o, por lo menos, su palabra,
que bien puede contrastar con la mía. Por mi parte, lo que pretendo es incitar
a la lectura, correr las cortinas para que el que quiera vea la función. Nada
más. Y nada menos. Porque como nadie me obliga soy libre para decir lo que
quiero y pienso. Diario de una cincuentañera
de Mariángeles Ibernón es algo más que un Diario, algo más que un libro de
autoayuda, aunque así podría parecer; es directamente una gozada. Es un libro ideal
para quienes buscan la autenticidad. La autora se sincera hasta los tuétanos y
se nos muestra tal y como es, sin cortapisas, con valentía. Y nos recuerda su
gran pretensión, que nos la ofrece hasta el punto de que también la hace
nuestra:
Pero
como me encanta llevarme la contraria, he decidido encontrarme y embarcarme con
mi presente, que me recuerda días felices por llegar. Así soy feliz cada día…
El punto y final no está puesto. Queda la
invitación al lector.
Todos
los derechos reservados
Jesús
Cánovas Martínez©
Filósofo
y poeta.
Ad astra per aspera.
Una reseña perspicaz y certera que, sin revelar el contenido, lo anuncia y lo vuelve atractivo. Este libro es sin duda un ejemplo poético, en prosa, del sufrimiento, la esperanza y la alegría de vivir.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Montserrat. Estoy muy de acuerdo contigo.
EliminarTienes razón, Jesús. Es sorprendente la reacción de la escritora, que utiliza la rotura para reflexionar y llenar de alegría los capítulos de este libro.
ResponderEliminarGracias por comentar.
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