ENTRE LÍNEAS
PASCUAL CASAÑ MUÑOZ
En el inicio de su poemario Pascual Casañ nos propone un
enigma: Esta noche saldré de ti./Nunca
volveré a verte. ¿De quién sale y por qué? ¿A quién no verá más? ¿Qué ha
ocurrido? ¿Obedece tal evento a una libre decisión o a la fatalidad del
destino? Son estas unas cuantas interrogaciones que entre sus líneas nos propone
el poema inaugural del libro, 24 de
Diciembre (cuyo título alude a un nuevo nacimiento o cambio drástico), con
las que queda captada nuestra atención. Algo ha ocurrido, ¿qué? Es la despedida
de unos ojos inevitable, y antes del amanecer el poeta se marcha, pero ¿a
dónde? ¿A qué exilio fuera de una casa cotidiana y de unos ojos amorosos en que
reflejarse y con qué poblarla? Esta noche
saldré de ti./Nunca más volveré a verte, repite el poeta, insistente.
Deberemos, pues, estar atentos a la lectura de Entre líneas para captar los signos que Pascual Casañ nos va
dejando, a modo de miguitas de pan sobre el camino, y de este modo asistir al
desvelamiento del amor: cómo este llega y culmina y, al fin, naufraga en las aguas inciertas del olvido.
En los once poemas que componen el libro nos enfrentamos
con el amor en su vastedad (una modulación de sus formas), tal y cómo el poeta
lo ha vivenciado y quiere hacérnoslo partícipe. Hay, pues, un hilo argumental,
una línea de sentido que traspasa el poemario. Pascual Casañ comienza por una
reflexión sobre el propio yo (Entre
líneas), donde a veces se imagina ser una
línea abierta. Sigue una despedida (Invierno
del 75); en un flash back de la
memoria se recupera un tiempo pretérito, definitivamente ido, y se describen
las dos líneas divergentes que ya no se encontrarán jamás, aunque queda un poso
en el recuerdo: De aquellas noches/sólo
me queda un tiempo de fermatas/inevitables y asumidas. Primer grado del
amor: la amistad, y ésta, termina.
Sabe el poeta que asumir el amor es enfrentarse con la
temporalidad y la muerte, por eso en la tríada de poemas siguientes (Un muro de tristeza –quizá el que
expresa mayor desasosiego‒, El
Abuelo y A estas alturas de la noche)
nos propondrá una meditatio mortis.
Son estos poemas dramáticos, aunque quizá el tono sereno de la meditación pueda
encubrir dicho drama. Segundo grado del amor: el recuerdo en el corazón de los
seres queridos, y ya idos.
Pero la meditación sobre la muerte, abre la puerta a la intensidad
del amor. Tanto la muerte como el amor suponen una salida de sí; o, lo que es
lo mismo, conllevan una pérdida de importancia personal, una negativa a no
encerrarse en ese círculo de lo egoico, lacerante con tanta frecuencia. Ahora
bien, más que en la muerte, esa salida, ese olvido de la memoria propia, lo
encuentra el poeta en el amor compartido, en el amor como presencia y encuentro
de un yo con un tú: tercer grado del amor. Así, tras la reflexión realista, no
dramática, no abisal pero real de A estas
alturas de la noche, nos llega el poema que ilumina el libro, el más largo
e intenso: Tú estás ahí. En él
Pascual Casañ aborda el amor como plenitud.
¿Habrá que repetirlo? El amor es lo único que justifica
una vida; haber amado es haber vivido. Amar en tiempo presente es vivir el
ahora imbatible ante el paso del tiempo. Se conjura, vivenciando el amor, la
fugacidad de la vida, la temporalidad que la constriñe, el paso irrebatible de
esa rígida flecha que siempre va del antes al después y conforma la sucesión
propia de nuestro existir. Con el amor se rescata el placer tranquilo de vivir, porque es este amor tranquilo, pasada
ya la mitad de la vida, el que reivindica, y busca, el poeta: Hablo del amor que hace hermosas las
rutinas/que reivindica el uso antiguo del beso,/y que en diciembre se viste de
primavera. Es ahí donde muere la temporalidad, o, por lo menos, queda
suspendida. Con entrecortados versos dice el poeta: Se muere el tiempo… me abrazas… te beso…/dejo el libro… me besas… te
abrazo…/…es el preámbulo del acto del amor.
Y, sin embargo, el amor como presencia e intimidad
también se diluye, porque, muy a pesar del poeta, lo herirá la flecha del
tiempo. Aquel amor que daba sentido a la vida y abolía la temporalidad, también
fenece, ¿por qué? ¿Por qué se apaga la
luz de una estrella? Nadie sabe exactamente cómo. Se sabe que hay un apagón
de bambalinas y quedan ciertos gestos en las rutinas cotidianas —hábitos
adquiridos, compromisos, ataduras, ciertos miedos— que danzan en el vacío…
Nadie sabe cómo, quizá ha acontecido un robo propiciado por los amantes, quizá
fue una quimera, una traición de la fantasía, una aventura en nada diferente a
cualquier otra, un sueño imposible. De pronto es la noche y el breve conjuro de
la infancia apenas; quizá, por eso, haya necesidad de un retorno a la inocencia
antigua. El poeta, para tal viaje, se pertrecha con los versos diseñados por una bella almea/la bufanda blanca que bordaron
las alevillas/el corazón de la mujer que un día amé, para que aún luzca la
esperanza, para que aún sea posible el retorno mismo.
Nos enfrentamos
con un poemario de despedida, de destierro, de exilio (¿interior?, ¿exterior?,
¿buscado?, ¿impuesto?), de adiós, de un
simple adiós injustificado/que se convierte en un muro de tristeza, y el
recuerdo deviene entre sus líneas inexorables. Son las líneas de un destino, de
un peregrinaje por la vida; son dos renglones que se siguen en la distancia y
se pierden en el punto de lo infinito, porque son líneas abiertas, diferentes,
oblicuas, isógonas, paralelas, no cerradas, y admiten la sorpresa. El autor
rehúye los círculos, esos que se ensimisman en una interioridad clausurada,
porque no se trata de abrazar la muerte ante un adiós, sino de abrirse, de
caminar hacia adelante, hacia el futuro accesible a la sorpresa; futuro que
siempre, por inexorable, espera… ¿de nuevo al amor? Quizá.
Hay que resaltar que esta despedida o exilio del amor no
lo vivencia el autor ( así nos lo transmite) de forma patética; no cala en él
la angustia existencial donde los sentimientos, los tristes sentimientos,
desbordan a la razón, sino que tal evento nos lo presenta con una reflexión
serena de quien ya ha recorrido parte del trayecto de la vida con sus luces y
sus sombras, sus esperanzas y anhelos tantas veces insatisfechos; de quien ya
ha transitado con el amor y la muerte a cuestas y por lo mismo puede desprender
de sí una reflexión ribeteada de estoicismo y lirismo
contenido, signo de la madurez (De pronto
ha pasado media vida como si nada/y la nostalgia oxida más que la lluvia.).
Hace gala Pascual Casañ de una serenidad en el verbo, fielmente acompasada de
llaneza a la vez que de profunda sensibilidad, agazapada entre los intersticios
de sus líneas, esos renglones de negro sobre el blanco marfileño de un futuro
que acecha en la espera. Pero cuando todo comienza a doler, pausadamente el
poeta nos propone un remedio sereno: Conviene
quizá un viaje lejos de la memoria.
Entre Líneas de
Pascual Casañ Muñoz ha sido galardonado con el XVI Premio de Poesía Aurelio
Guirao 2012, organizado por el IES Diego Tortosa de Cieza (Murcia). Con esta
nueva entrega se consolida la colección Acanto, editada por el Grupo de
Literatura La Sierpe y el Laúd, fiel al riguroso criterio de la calidad.
Todos
los derechos reservados.
Jesús
Cánovas Martínez©
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