GETSEMANÍ DOLIENTE
Nada
del vacío
se apodera
de tu
tácito rostro,
palma ferviente
del bosque
en silencio,
tatuado
reflejo
de sombra
que alza
un olvido
seco
y silencio
unánime.
Vente a
mis ojos
para verte,
cruz concurrida
que tanto
me adentra,
que tan
hondo me llaga
rompiendo
un silencio
u otro
silencio,
un abismo
al abandono
u otro
abismo
del bosque
en penumbra
de mi
alma.
Me
agolpa,
poderosamente
aquí,
el rostro
de mi sino,
y rasga
extinto
algo el
aire
que adentra
la vida
que me das
y que
me quitas.
No
comprendo el abismo
de tu
sueño en punta
de mi
anhelo,
el morbo
del abandono
traspasado
como quieren
mis ojos,
el poder
del silencio
exaltado
o generoso
con el
que puedes
abrazar
las cosas.
No
duele tu silencio,
solo el
olvido.
Amanecer
con sueño
aurora aplaca,
y queda
enloquecido
de acosos,
tatuado
reflejo
mi corazón.
Por
eso, en el aire,
aunque todo
calla,
explosión
de pájaros.
Lengua
inconclusa
presenta
la muerte
o recuerdos
al fin
de no
poder seguir
siendo hombre.
Getsemaní
doliente.
(Kyrie Eleison. Ed. Betania)
Todos
los derechos reservados.
Jesús
Cánovas Martínez©
Todos llevamos dentro un Getsemaní doloroso (o varios) cómo acompañantes de los que lo sufrieron y ya no están a nuestro lado. Sólo acabará cuando subamos el nuestro propio y quede solo un cuerpo vacío de vida. Es tan hermoso cómo lo escribes, cómo desvariado yo lo digo, pero no cómo lo siento. Cada Viernes Santo, uno, pero desde el primero, todos los días son Viernes Santo y todas las cuestas, nos llevan a nuestros Getsemaní. Gracias, Jesús (no podrías llamarte de otra manera, que el nombre de Aquel que lo sufrió primero). Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Marjo por tu reflexión, brotada del corazón. Un abrazo grande.
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