KYRIOS
Los
pedregales y el polvo
del camino,
los
espinos y las zarzas
fruncen
tu seca garganta.
Sol ya
atardecido
y una
palabra
en fiebre
tus ojos arrasan,
y agostan
desérticos
esplendores
ante los
áridos harapos
de los
doce,
que apenas
comprenden...
«Unos que Juan el Bautista...
otros, que Elías,
o alguno de los profetas...»
Cuaja
el sol carmines,
rojos violáceos,
bronces
en la
encrucijada árida
y ávida
de elemental
presencia
de tu boca:
Con inminente
afán
y sequedad
angosta,
la soledad,
difícil
al riesgo
enigmático
de tu prisa,
desgarra
confusas
ilusiones.
Espesura
de ojos
no taladran
tu Abismo.
Vuelo
de pájaros
en olvido
continuo,
el tiempo
desviste
tu oculta
plegaria.
Pendes
de un rezo
ante la
muerte.
Aprender
es duro.
...Profuso
rostro,
desde el
silencio quebrantado,
arriesga
impotente
una grácil
ternura
racional:
—Apaga mi sed,
pero no me olvides...
Desgarra
la prisa
el hondo
misterio
iconoclasta
de los
niveles de tu olvido,
con más
profundidad misma
en tu
silencio.
El
Poder no miente;
solo afirma,
amoroso
y cálido,
certidumbre
escueta:
—¡Sé que existes,
y basta!
(Kyrie Eleison. Ed. Betania)
Todos
los derechos reservados.
Jesús
Cánovas Martínez©
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