lunes, 24 de agosto de 2020

HOMENAJE A J. L. BORGES

 

HOMENJE A J.L. BORGES 

 

                        “En el espejo de esta noche alcanzo

                         mi insospechado rostro eterno”.

 

J.    L. Borges

 

 

 

            Simulador el ciego de las sombras

            circulares modela los infiernos;

            ya es Milton o ya es Dante, o es el juego

            del orden impasible de las rosas.

 

            La torre que construye, Babilonia,

            devana especular entre sus sueños.

            ¿Es Borges o también esos reflejos

            de soplos que lo forman y lo borran?

 

            La norma de la trama, el laberinto,

            dispensa su memoria. La palabra,

            que signa y nombra, busca en la dudosa

 

            urdimbre del rumor del arquetipo

            el ciego innumerable, cuando traza

            arcos de la luz, vuelo de palomas.

 

 

            Jesús Cánovas Martínez©

            Del poemario “Transluminaciones y presencias”

            Ad astra per aspera


sábado, 8 de agosto de 2020

GLOSARIO DE LO PEQUEÑO

 

GLOSARIO DE LO PEQUEÑO

EDUARDO LÓPEZ PASCUAL

ASOCIACIÓN CULTURAL PUEBLO Y ARTE, 2020.

 



A MODO DE PEQUEÑO PÓRTICO

 

Sin estridencias ni artificios se derraman serenos los versos de Glosario de lo pequeño, poemario con el cual Eduardo López Pascual fundamentalmente hace un elogio de la sencillez, aunque de la mano de esa sencillez caminará también, hermanado, el amor —el amor a la vida y el amor al mismo amor—, expresado y manifestado en lo mínimo y lo pequeño.

Lo pequeño es hermoso rezaba el título de la obra de E. F. Schumacher donde se instaba a una relación con la naturaleza no agresiva y a una convivencia amena entre los humanos sin las prisas de la ambición, sin el desgaste del interés egoico, pues en ese cultivo de lo pequeño anidaba, según el autor, no solo la única posibilidad de la felicidad para el hombre, sino de su existencia futura. J. R. R. Tolkien en su monumental obra El señor de los anillos plasmaba estas mismas ideas en la sociedad de los hobbits, la pequeña raza de grandes pies cuyo contento únicamente consistía en vivir. Eduardo López Pascual vuelve a hacerse eco de esta sabiduría de vida y la canta en Glosario de lo pequeño, esto es, en la definición esencial que suministra, magistralmente cantada, de las cosas pequeñas por las que es grato vivir y que, en última instancia, son portadoras de la felicidad. De este modo, si en el poema programático del inicio el poeta comienza alabando las mínimas (Mínimas son las lágrimas que resbalanMínima es tu sonrisa regalada sin rubores… Mínimas son las manos que acaricio…), en el último, De obligado reconocimiento, vuelve a insistir de forma conclusiva: “…pero es verdad que a veces no importa/ el tamaño de las cosas, que nada sería más/noble que la minúscula señal de una norma,/la justa presencia de lo que amamos y queremos.” Ahora bien, si tal concepción de sentido aparece en el primer y último poema, en la arquitectura del libro no se hurta tampoco a su centralidad, pues ahí encontramos el poema cuyo título es precisamente ese: Lo pequeño es hermoso, y cuya estrofa axial pronuncia lo siguiente:

 

Luz, Dios, Fiel, Paz y Fe, y Tú,

palabras casi invisibles que apenas ocupan lugar,

y sin embargo mueven a un mundo que vibra

igual que un huracán preñado de magia.

 

En dichos versos se añade algo nuevo: lo pequeño es hermoso no porque sea pequeño sin más, sino porque, por pequeño y humilde, es portador de lo grande e inmenso.


La intencionalidad clara, al poeta le queda la insistencia, hasta el punto de hacer devenir dicha idea en percepción o tacto, en coseidad. Eduardo insistirá página tras página, poema tras poema, en hacer tangible con prontitud de consciencia tal certeza: solo en lo más pequeño se expresa lo más grande, porque lo grande solo puede expresarse en lo más pequeño. Ocurre así con esas palabras minúsculas, Luz, Dios, Fiel, Paz y Fe, y Tú, palabras casi invisibles, monosílabos, pequeños toques de voz, que sin embargo expresan una inmensidad inabarcable. En ello hay magia, circularidad emotiva que se roza con el tacto avezado del corazón. No se trata, pues, de dirimir con las ideas o comprender con el intelecto tal verdad, sino de sentirla profundamente como vertebración de la propia vida, como vibración del Amor. Y el poeta se lanza a tal aventura —hacernos sentir lo breve, lo mínimo, lo pequeño— trasmitiéndonos su propia experiencia.

De la Luz, de Dios, de lo Fiel, o de la Paz, o de la Fe, por la inmensidad que convocan, se podría decir todo o nada; esto es, si dijéramos todo, nos embargaría enseguida el sentimiento de carencia o impotencia, porque precisamente eso, todo lo que conllevan y a lo cual se refieren, no lo podríamos decir. Percibimos, pues, que nos traspasan, que nos inundan, que nos envuelven y dan un sentido trascendente a nuestro existir; pero nuestro drama, sin embargo, consiste en que no podemos encontrar una expresión exacta o descripción conveniente de aquello a que se refieren. Aun así, si no podemos decirlas, sí podemos cantarlas y expresar la dicha de sentirlas en el propio canto. Y es aquí cuando aparece el , y ese se hace necesario: un esencial sin el cual nuestro Yo no sería; un Tú de misterio y de contraste. Toda la inmensidad convocada se hace pequeña cuando cristaliza en el , y es entonces, por una magia desconocida, que ese con mayúscula termina por volverse un con minúscula, se concretiza, se objetiva, se torna reconocido.

Eduardo López Pascual reconoce la vida y el amor en las cosas pequeñas, o, dicho con otras palabras, reconoce que únicamente en el de lo pequeño se traslumina la inmensidad de la Luz o de Dios, o de cualquier otro monosílabo portador de lo inmenso e ignoto; por eso dialogará con el y lo convertirá en centro de su atención y de su canto. En primer lugar, aludirá a su más cercano, Eladia, su compañera, mujer única, que de modo manifiesto o velado transita, perenne, a lo largo del poemario. Ahora bien, tal y como sucedía en sus dos entregas anteriores —Sólo os diré que estoy vivo y Diario de un ingenuo que componen con Glosario de lo pequeño una suerte de trilogía emotiva—, el poeta se detendrá también en prodigar un gesto amable, una palabra amorosa, a familiares —el padre, la madre, los abuelos, hermanos, hijos, nietos— y amigos, a todos ellos, “los que están y los que se fueron con Dios”, envueltos en el misterio y la magia del amor. Pero definitivamente la palabra de Eduardo terminará por convertirse en franciscana cuando ese con el que ha establecido el diálogo mude de una referencia humana a otra referencia  y pase a envolver la naturaleza toda, tanto los seres animados como los inanimados, o incluso aquellos otros que son producto del artificio: la avecilla, la hormiga, el bravo riachuelo, la pelota de trapo, el viento, las olas, las montañas, las acequias, los libros, los pequeños parques, las palabras, la lluvia, la fuente de piedra, las rosas, el collar de dos vueltas… Glosario, vademécum de intenso Amor:

 

Amor es una brevísima palabra

en el idioma que hablamos, y sin embargo

guarda la historia más grande del hombre.

Sin ella tal vez no seríamos nada.

 

Amables poemas esperan al lector de Glosario de lo pequeño, cordiales, llenos de una intensa calidez, en los cuales la palabra se adelgaza a su mínima expresión, sin figuras que obstaculicen su amenidad. La forma expresiva del poemario es llana, porque con tal llaneza Eduardo pretende llegar de forma directa al corazón, tactando suavemente, acariciando, sin ningún tipo de estridencias que estorben. Quiero resaltar, en este sentido, el carácter de confesión que adquiere el libro, pues los poemas se desgranan como si fueran confidencias que se hacen a un amigo en voz baja, paseando por el sendero de un parque, o por la ribera en arco, flanqueada de cañares, que bajo la Atalaya conforma el Segura en derredor de Cieza, con promesa de futuros frutos.


Y no podía ser de otro modo. Dicho minimalismo expresivo, que recuerda al mejor José Agustín Goytisolo o al mejor Gil de Biedma, es acorde con la sencillez pretendida y la trasmisión a baja voz de una sabiduría de vida. Glosario de lo pequeño es la confesión de un hombre que ha vivido y, desde su madurez, nos comunica su experiencia vital y nos invita a participar de la misma para romper ese cerco de soledad, que tantas veces nos oprime, y hacernos entender que en el fondo todos somos uno, que lo que uno siente lo siente otro, que amamos y nos dolemos de igual modo y merecemos el amor.

Solo quien ha vivido disculpa; solo quien ha amado comprende. La mirada de Eduardo sobre los otros es condescendiente; no hay en ella reproche alguno, no hay acritud, no se deleita en resaltar el defecto o lo negativo. Igualmente ocurre cuando interpela la naturaleza; de ella recoge lo amable, el triunfo de la flor y su perfume, o la brisa oreada que sosegada baja de los montes. El amor es silencioso, tal el himno que san Pablo entona en la primera de Corintios. En la belleza no hay estridencias. Eduardo aspira el misterio de lo pequeño y tranquilo lo interroga con las ventanas abiertas de su alma; entonces, silenciosamente, oye un susurro atardecido, largo y lejano, que le dice que la vida es bella, que merece la pena vivir.

 

Todo fue como un largo y lejano espejismo

iluminando las sombras de la tarde.

 

                                               Jesús Cánovas Martínez