domingo, 18 de septiembre de 2022

EL BABOSO. COMENTARIO DE FULGENCIO MARTÍNEZ

 sábado, 11 de junio de 2022
UNA NOVELA DE HUMOR ("EL BABOSO"). Comentario de Fulgencio Martínez a una novela de Jesús Cánovas/ Revista Ágora digital /Bibliotheca Grammatica/Junio 2022/ Avance de Ágora N. 12
 


 
 
UNA NOVELA DE HUMOR (“El Baboso”)
 
Da gusto abrir un libro y empezar a disfrutar con su lectura desde el primer momento. Así le ha ocurrido a este lector con El Baboso, la última novela de Jesús Cánovas Martínez, publicada en la editorial almeriense Círculo Rojo.
El Baboso es una novela de humor, sin complejo en presentarse dentro de este género narrativo tan inusual hoy en día; esto es ya un dato significativo y revelador de la independencia respecto a las modas y de la autonomía literaria de que hace gala este autor, nacido en Hellín, Albacete (1956) pero que podría haber nacido en Galicia, como Wenceslao Fernández Flores o como Alvaro Cunqueiro, por recordar a dos insignes antecedentes de este prosista de raza, dotado de nervio y gracia que es Jesús Cánovas, quien ya hizo disfrutar a sus lectores con su maestría de juglar narrador en los cuentos que componen la serie de Aires del Sur.
Jesús Cánovas ha escrito un relato donde tienen curso legal, natural, la ironía, la exageración humorística, lo alegórico y el plano más realista, junto con la elocuencia culta, el distanciamiento, lo metaliterario y, a su modo oblicuo, irónico, la autoficción, hoy tan de moda, o sea, lo que casi todos los novelistas han hecho toda la vida: novelar su mundo propio, con un grado más o un grado menos de distancia y creación metafórica. El autor en este libro ha apostado por el humor para no recaer en la pedantería de la novela poética de uno mismo.
El humor a menudo burlón e inocente, rabelesiano, otras ácido y moralmente censor como el de Quevedo, y siempre festivo y chispeante, están perfectamente encajados en una sátira de la subliteratura, y en especial, de la caterva de los poetas.
Para un satírico como el citado Francisco de Quevedo, el autor de Los sueños, los poetas daban mucho juego como objeto de sátira, tanto por sí mismos, como seres humanos desventurados, como por su parentesco si no semejanza más que formal con los locos. Platón y cierta tradición neoplatónica, recogida en el Renacimiento por Marsilio Ficino, relacionó las distintas especies o formas de locura, o manía: en todas, el poeta proporciona un cabal ejemplo.
Es verdad que se puede entender la sátira a los poetas que desarrolla el relato de Jesús Cánovas (él mismo, un excelente poeta, autor de poemarios como Convocada soledad, entre otros títulos poéticos) como en el fondo la sátira de los pedantes; la pedantería andante en literatura está muy extendida -y aquí, se incluirían también a los críticos o simples reseñadores como servidor- pero, tanto o más se cierne el infierno pedante en la política, en la ciencia, en el ecologismo, en los toros, en el fútbol, en la curia, en la Universidad, y paro por no aburrir… Se me olvidaban “las redes”: ahí pupula más la pedantesca condenada grey). Quién no se cree dueño de razones o conocimientos que han de revelarse al público vengan o no a cuento y sin que nadie lo demande (en el doble sentido de este verbo). Porque el pedante no necesita discípulos ni tampoco se siente responsable de lo que comunica. El poeta puede matar a uno o a lo sumo a unos pocos oyentes, con un pliego de malos versos; pero el político, la cantante de moda, la influencer, el periodista de grandes audiencias matan a muchos. El Papa de Roma y Putin el Nerón de Rusia, también. Metafóricamente, se entiende; salvo en el último caso.
Vivimos épocas donde la retórica ya no sigue a la filosofía, tampoco a la ciencia, ni siquiera a la economía. Se habla por hablar, para tener “likes”, para hacer, no discípulos, sino bancos de zombis.
¿Entonces, me pregunto, porqué centrar la carga de la sátira en el poeta, como hace este relato? Pienso que por un segundo tema, del cual la sátira es metáfora, y que también a su modo se encuentra en el poeta, o, para ser más exactos, da con el poeta como figura paradigmática y por ende más propicia al estilete satírico que, como suele, exagera y focaliza aquello que de partida ya es risible para un “sentido común”. Ocurría ya en la comedia de Aristófanes, con el personaje Sócrates (en aquella sociedad ateniense eran objeto de burla los filósofos y buscadores de la verdad). Los poetas, estos otros buscadores, pero de la belleza, incurren muy a menudo en la ficción, o peor aún, en el autoengaño (en su pesquisa ideal se les nubla a menudo el juicio; pero, incluso, cuerdos son vanidosos como niños o como catedráticos, que diría Baroja).
Una caricatura del filósofo es, a su manera, el pedante omnipresente de hoy, al que nos hemos referido arriba. Una caricatura del poeta la proporciona el propio poeta, o subpoeta, como diría el autor de este libro que comentamos. El subpoeta, verdadero objeto de la sátira, es aquel que a los rasgos fantásticos (por decirlo en positivo) del poeta añade la mala calidad moral; o sea, el ser un mal tipo. Y aquí encallamos, finalmente, en el trasfondo de la sátira. Sátira sin moraleja, es verdad. La fábula del libro nos presenta el mundo risible, ridículo, del brujuleo pululante del mal, la mezquindad y la falta de empatía que vienen a esconderse entre las flores bellas de los poetas, pues de siempre al mal le ha gustado pervertir a los ángeles o sublevar a estos, para mejor camuflarse.
El personaje central del libro, Clemente Domínguez, poeta y profesor de Química, es una especie de Fausto continuamente tentado a pasar al bando oscuro para alcanzar la gloria poética. Dos “fuerzas”, aliadas, sin embargo, le ayudan a mantenerse en su humanidad y rectitud. La de su esposa, Tecla, quien primero le apoda con el adjetivo "baboso" (del título del libro), por estar siempre a la sombra del juicio de la secta subliteraria (una de las escenas más hilarantes, se da en los primeros capítulos donde juega la antítesis de ambos caracteres en un diálogo sapiencial, matrimonial, precioso y muy divertido, a lo Conde Lucanor, donde aquí el consejero es Tecla). Y el otro aliado es el narrador, un auténtico canalla delicioso, que emplea un lenguaje desinhibido y, cuando se requiere, culto, incluso erudito y latinoparlante.
Uno de los máximos hallazgos en una novela es la sorpresa -cuando no es fácilmente traída-. Es así que en este relato una de las sorpresas con la que hemos topado sea este rasgo cómico cervantino de que los personajes, sobre todo, los personajes secundarios -que dan mejor esta nota por contraste con su importancia en la acción- se saben dentro de la locura del personaje central (creerse perseguido y a la vez rechazado por la mafia subliteraria); por lo que esos personajes secundarios (una chica de un taller literario, Margarita Follasnovas, o la presidenta de una Asociación de Mujeres convocantes de un premio literario ganado por Clemente) comentan con su mismo lenguaje las obsesiones de este. La suspensión de la verosimilitud que impone la premisa de que todos los personajes participan de un mismo mundo ficcional y reaccionan a los mismos valores y contravalores, es muy sugestiva literariamente (cinematográficamente, la maneja como nadie otro gran humorista, Woody Allen).
Finalmente, el relato, por el canalla de la voz narradora, tiende humorísticamente al género de relato de santos, de hechos de santidad y superación de la acción del demonio. El protagonista se reconoce ante el espejo, reconociéndose a sí mismo, con sus virtudes y defectos, más allá (o tal vez nunca llegue ese más allá) de las burlas y las veras.
 
Texto original


Fulgencio Martínez, filósofo y poeta.

LA CONEXIÓN ITALIANA

 La CONEXIÓN ITALIANA

JUAN FRANCISCO DÍAZ NAVARRO

MALBEC

 


Una preciosa localidad del sudeste en el litoral murciano, marco para la trama: Águilas. Un asesinato a resolver, la muerte del dueño de una pizzería con claros signos de haber sido torturado. El pasado turbio de unos italianos arribados a la ciudad, gentes que quizá escondan algún tipo de secreto que no quieran hacer público y, por supuesto, no sean quienes dicen que son. Unos personajes inquietantes recién aparecidos por la localidad y, Sergio y sus compañeros, los policías locales de Águilas, que velan por la convivencia codo con codo con la Guardia Civil.

Quien escribe La conexión italiana, Juan Francisco Díaz Navarro, conoce de primera mano los entresijos policiales, el mundo del crimen y las investigaciones llevadas a cabo para esclarecer los delitos, no en balde lleva veinte años en el Cuerpo de Policía, y tal eventualidad se nota a la hora de dotar de verosimilitud al thriller policíaco que nos presenta en la novela. Desde el inicio envolverá al lector una atmósfera de misterio a la vez que cotidiana: cotidiana, porque la acción se desarrolla en el micromundo de la ciudad de Águilas, donde los personajes que integran la novela son conocidos y mantienen unas firmes relaciones familiares y de amistad con sus conciudadanos; de misterio, porque algo foráneo irrumpe, de forma tan repentina como salvaje, en la plácida convivencia de estas personas, hasta el punto de que, tras el asesinato de Federico Gentile el pizzero (o, mejor, cabría decir de Francesco Martelli),  se desvela el pasado inquietante de unos personajes sobre los que, en principio, no cabría ningún tipo de sospecha.



La Policía comienza sus indagaciones y paulatinamente irá descubriendo el doble rostro de unas personas que se supone participaron en el gran robo de uno de los bancos importantes de Italia en la ciudad de Livorno. No solo se llevaron un montón de billetes, sino que sustrajeron algo más: unos papeles que podrían comprometer seriamente a varias familias de la mafia. Por su seguridad, la Cosa Nostra necesita dichos papeles; arrasará con vidas y lo que haga falta para conseguirlos y, por descontado, no estará dispuesta a perdonar, incluso con el paso de los años, a quienes se los llevaron.

La novela pivota entorno a Sergio Navarro, el policía local que tuvo una infancia, por así decirlo, entre dos mundos: el mundo del orden y el de la delincuencia. En este sentido resaltaré la importancia de un personaje secundario muy interesante que vela por la seguridad del policía. Me refiero a Trinidad, la guapísima gitana que asume el liderazgo de la mafia aguileña y, por ende, levantina, tras la detención del Lucio, un traficante de droga. Trinidad fue el primer amor de Sergio, pero ya se sabe, el primer amor nunca desaparece… quien es capaz de ordenar la ejecución de un hombre, también es capaz de velar por su hombre. Lo curioso es que Sergio seguirá enamorado de ella como al principio, lo que vivamente contrasta con su amor por Raquel, ahora concejala del Ayuntamiento de Águilas, quien, a pesar de haber dejado la relación, aún le hace cosquillas en el pecho. Otro personaje interesante es Toño Morales, más que compañero, amigo de Sergio, quien sin dudarlo pondrá en juego su carrera y hasta su vida por cubrirle las espaldas. Toño (entre otras razones porque es mayorcito) ha corrido unos cuantos kilómetros; tras la separación de su mujer anda algo despendolado, pero guarda en sus adentros la fascinación por su amor platónico, Sonia Ricci, la despampanante rubia platino (antigua actriz, ahora escritora afincada en Águilas), por cuyo amor, tenerla cerca, admirarla, llegó a participar como extra en algún spaghetti western.

Juan Francisco Díaz irá tensando la acción de La conexión italiana (y, consiguientemente, la emoción suscitada en el lector) hasta el punto de que esta se acelerará conforme transcurran las páginas, llegando a un clímax en los capítulos finales. Diálogos fulminantes, interrogatorios precisos, tensiones que involucran a los mismos integrantes del Cuerpo, y acción, mucha acción, asaltarán al lector como cambios de plano o vueltas de tuerca que volverán más atractiva su lectura.



La conexión italiana no es la primera novela de Juan Francisco Díaz, pues con anterioridad ha publicado La muerte visita Águilas en la misma editorial, Malbec. Le deseo un futuro plagado de éxitos literarios a este joven autor, pues al conocimiento de los temas que trata, suma una habilidad literaria especial, una prosa rápida y eléctrica que enseguida cautiva al lector.

 

                        Todos los derechos reservados

                        Jesús Cánovas Martínez

                        Ad astra per aspera.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

CONFESIONES DE UN BEST SELLER Y OTROS RELATOS OSESIVOS...

 

CONFESIONES DE UN BEST SELLER Y OTROS RELATOS OBSESIVOS…

J. LOVEDARK

EDICIÓN DE AUTOR

 


¿Qué debe hacer un escritor para saltar a la fama? Para el protagonista de Confesiones de un best seller, indudablemente, quitar de en medio los obstáculos que lo impiden, y, si estos obstáculos son malandrines que se han cruzado en su camino con la clara finalidad de entorpecer tal fin, no quedará otra opción que asesinarlos. Y así lo resuelve, en la soledad de su cubículo, este escritor atormentado, atacado por las pesadillas pero con una visión clara de lo que debe hacer. Planeará y llevará a cabo de forma inmisericorde la eliminación de cuatro individuos molestos, eso de momento.

El protagonista se convierte en un asesino en serie y con toda la intención del mundo, con saña y sed de venganza, pidiendo la justicia que se le ha hurtado, actuará llevando a cabo estas muertes minuciosamente proyectadas. La pena es que la realidad no sigue a la idealidad, y lo que fue concebido casi como una obra de arte se convierte en algo tosco, bufo y burdo. Muere un quiosquero en un extraño incendio, a patadas pasa a mejor vida un fotógrafo que pretendía lucirse ante una fan desconocida, el plomo de un revólver derrumba a un animador cultural en mitad de una Feria del Libro (de paso, por estar donde quizá no deben, quedan masacrados unos cuantos culturetas) y, por último, un palazo bien dirigido a la sien lleva a caer de bruces a un escritor guaperas y algo chulo.

Eliminados estos obstáculos, y no sin experimentar la ley de Acción y Reacción, esto es, un molesto karma que casi le lleva a fenecer entre los cañaverales del río, a los que en mala caída se precipita, con algún hueso roto y una oreja medio comida por las ratas, el escritor asesino que ansía la fama encuentra definitivamente la paz. No, no es que muera, pues al cabo lo vemos vivo y coleando y, animado por cierto regocijo interior, con ganas de escribir. Con ganas de escribir su propio relato, en primera persona para no faltar a la verdad y darle más morbo al asunto. Alcanzará el reconocimiento literario de esta singular forma.

Las confesiones de un best seller son un despropósito de principio a final, hasta el punto de que provocarán fácilmente la hilaridad en quien se acerque a ellas. Fluyen con una prosa rápida que no se detiene en divagaciones distractivas, así redunda en páginas de una gran intensidad, que el lector podrá disfrutar, ya que la velocidad  de la narración le impelerá a ello, de una tacada. El relato está ambientado en la ciudad de Murcia y sus aledaños, lo que situará a los asesinatos en circunstancia conocida, y mucho me temo, demasiado conocida, ya que parece a todas luces que los personajes asesinados tienen un correlato con la realidad. No sé, eso habría que preguntárselo a Javier L. García Moreno (autor que se esconde bajo el alias de J. Lovedark), porque yo me dedico a plasmar simplemente mis impresiones y no soy nadie para desvelar ciertos secretos. Sin embargo, y en otro orden de cosas, lo que no ofrece duda es que Javier L. García Moreno hace un guiño a los escritores del submundo literario y les muestra el camino a seguir si quieren ser famosos y ganar dinero.



Los otros tres relatos que siguen a las Confesiones son igualmente obsesivos y del mismo estilo literario (¿Por qué no me contestas?, Fin de la partida, Con paciencia y buena letra). El autor enfrenta en ellos las relaciones alarmantes que mantienen personajes paranoides con el sexo contrario. Sorprenderán, seguro, porque, a la vez que despiertan la risa tonta, hielan la sangre.

En los personajes que transitan por estos cuentos veo la sombra de Poe y, a mi entender, la de Dostoievski (el autor me comenta que no lo ha leído). Son gente desarraigada, solitaria y narcisista; el cóctel necesario para que en ellos se alumbre la figura del psicópata. Personajes que, de algún modo, conocen la diferencia entre el bien y el mal, pero, aun así, hacen el mal a sabiendas y, conscientes de su degradación, la disfrutan como una dulce tortura.



Curioso que no se especifique el nombre de los protagonistas de ninguno de los relatos, como si con este hecho el autor intentará manifestar, al igual que con el seudónimo elegido, que son proyecciones de sí mismo, sombras de su yo, que realizan lo que en pesadillas nocturnas, y altamente tormentosas, ha ideado en su caletre. Pero seguro que no es así, y si Javi está algo pillao, también es verdad que son muchos los que andan pillaos en el submundillo literario, razón por la cual cualquier amenaza que se pudiera imaginar que proviniera de él queda desactivada. En descarga de Javi diré que es buena gente, de trato cordial, con un buen sentido de la ironía y, por supuesto, alguien que prefiere matar en el papel antes que en la realidad. Aun así, sospecho, no sé por qué, que en un futuro próximo debido a alguna mano negra desconocida se producirán nuevos asesinatos. Si esto ocurriera, recomiendo que al autor de Confesiones de un best seller y otros relatos obsesivos… no se le chiste por encima del hombro, se le trate bien y con la debida deferencia. Nunca se sabe.

                                              

Jesús Cánovas Martínez©

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                               Ad astra per aspera.