martes, 29 de noviembre de 2022

DIARIO DE UNA CINCUENTAÑERA

 

DIARIO DE UNA CINCUENTAÑERA

MARIÁNGELES IBERNÓN VALERO

LA ROSA DE PAPEL

 


Una mala caída, un porrazo tonto con rotura de rótula, llevan a la autora, Mariángeles Ibernón Valero, a replantearse problemas vitales y a escribir este diario durante el período de convalecencia. Lo constituyen veintiocho reflexiones que se suceden como latidos de un corazón que quiere derramarse, como martillazos del alma de la autora con los que quiere imprecar al lector y hacerlo partícipe de su propio itinerario de curación. Los textos irán apareciendo, durante su convalecencia y rehabilitación, en el Facebook y con ellos, al despertar del sol con cada amanecer, sorprenderá a lo largo de los sucesivos días de un caluroso verano a los amigos que la seguimos.

Diario de una cincuentañera destila verdad, generosidad, empatía, amor: alegría de vivir la vida, en definitiva, pues lo que prima en él es una concepción vitalista de la existencia. Y este aspecto práxico y vital se subraya continuamente, casi machaconamente a lo largo de sus páginas. Cuando se piensa, en el sentido de reflexión, se atrae el pasado, y los recuerdos pueden hacer aflorar la nostalgia; pero si se actúa, se actúa de cara al futuro, hacia la consecución de objetivos marcados, hacia lo porvenir, y tal resolución lleva implícita la esperanza. Sin embargo, pasado y futuro, convergen en el presente, único punto, tan real como fugitivo, donde se comprende la propia existencia; así que, pensar y actuar, se resuelven en el espectar, contemplar, y contemplar es entender en un golpe de luz el “yo soy”, intuir de repente lo que se es en el aquí y ahora. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor, ni cualquier tiempo futuro será peor; ni mejor ni peor, el tiempo de la vida es el tiempo del ahora. Y el ahora, un ahora núbil, grácil, renovado, siempre punto de partida, alegre como la mañana, es en el que pivota la autora y nos lo ofrece con una soberana carga de inocencia.

Cierto es que tal punto vitalista no se puede racionalizar propiamente; no hay argumentos contundentes para esclarecer tan meridiana verdad. La vida, por el contrario, está para vivirla y la razón es uno de sus añadidos. Cualquier acontecimiento puede esconder una revelación, cualquier accidente traumático catapulta hacia una catarsis. De esta forma la crisis se resuelve en su doble sentido de “juicio” y “oportunidad”. Oportunidad, ¿de qué? De renovación. En su primer golpe de luz dice Mariángeles:

 

Los cambios asustan. Bloquean. Pero cuando amaneces sabiendo que tu vida ya no palpita de la misma manera, puedes hacer muchas cosas. Mirar hacia otro lado o comenzar una nueva aventura. Yo he elegido cambiar el chip. Porque esta vida que tenemos es una y, al margen de lo que algunos crean, no espera a nadie.

 


Ahí está el programa, por tanto, el proyecto: en el comienzo de una nueva aventura, en el no arredrarse y echar hacia adelante con coraje y ganas de vivir, porque no hay que dejarse hundir, o dejarse morir, que viene a ser lo mismo, tal como el viejo Sancho aconsejaba a Quijote cuando se hallaba en sus postrimerías. Esa sería la mayor de las locuras, y Mariángeles, sabedora de que lo es, la conjura desde el inicio de su Diario:

 

A pesar de haber estado tan expuesta, tan rota, tan hundida, me he sabido agarrar de la mano, mantenerme a flote. Recoger mis pedazos.

 

El aspecto de praxis vital se subraya con insistencia en el Diario, el trabajo del día a día por conquistar la plenitud, el ser de lo que somos, la realización:

 

Yo elijo trabajar eso que algunos llaman buena suerte y no, nunca debemos sentarnos a esperar. Pase lo que pase, jamás hay que sentarse a esperar… Los sueños conquistan el imaginario de los valientes, los cobardes están ocupados buscando excusas y culpables.

 

En otro momento, sabedora de la existencia de Kairós, del tiempo de la oportunidad, que llega pero rápido pasa; sabedora también de que nadie se lo regalará sino su propio trabajo, expresa con meridiana certidumbre el aserto:

 

Exigir nuestro sitio es un error. Los lugares le pertenecen a uno cuando el destino y el momento perfecto se unen al esfuerzo de nuestro trabajo.

 

Quien llega a tal conclusión ha alcanzado, por así decirlo, la sabiduría. Cuando el trabajo y el destino y el momento perfecto, el Kairós, se aúnan, incitan a una revolución en nuestra vida. Ahora bien, el expectante del tiempo de la oportunidad es uno mismo, y uno mismo es el que ha trabajado para ver ese momento acondicionando su mirada. Sí, en uno mismo está la llave de su propia conquista y, por consiguiente, de la conquista de sus sueños y felicidad. Y el golpe de luz nº 6, espero que Mariángeles me permita hablar de esta manera, es especialmente esclarecedor en este sentido ya que ofrece el ideario de vida de la autora. Dejo al lector que lo descubra por sí mismo, aunque no me resisto a reproducir su inicio, de por sí muy revelador:

 

NO SOY UNA SUPERMUJER,

ni falta que me hace, conozco mis límites.

 

Y es que la aventura, la nueva y verdadera aventura, la conquista de sí, el “serse”, comienza poniendo los pies en la tierra. Ahora bien, sin dejar nunca de lado la alegría y la aspiración suprema a la felicidad. Y sin arredrarse, sin hacer caso al qué dirán e invitando a la aventura a todos aquellos que estén en la misma honda. La autora raya la genialidad (genial por sincera), cuando declara:

 

A VECES DICES QUE ERES FELIZ

y te miran con sospecha, como si la mentira fuera la única explicación, como si no pudiera compartirlo.

 

El sentido de la vida, pues, es el trabajo diario, y la felicidad consiste en el camino diario que hay que realizar para ser feliz; ese esfuerzo que hacemos, y debemos hacer, para vivir la vida en plenitud.

Cuando hago la reseña de un libro siempre me dejo muchas cosas en el tintero que me gustaría decir pero no digo. Y no digo porque es el lector quien tiene la última palabra, o, por lo menos, su palabra, que bien puede contrastar con la mía. Por mi parte, lo que pretendo es incitar a la lectura, correr las cortinas para que el que quiera vea la función. Nada más. Y nada menos. Porque como nadie me obliga soy libre para decir lo que quiero y pienso. Diario de una cincuentañera de Mariángeles Ibernón es algo más que un Diario, algo más que un libro de autoayuda, aunque así podría parecer; es directamente una gozada. Es un libro ideal para quienes buscan la autenticidad. La autora se sincera hasta los tuétanos y se nos muestra tal y como es, sin cortapisas, con valentía. Y nos recuerda su gran pretensión, que nos la ofrece hasta el punto de que también la hace nuestra:

 

Pero como me encanta llevarme la contraria, he decidido encontrarme y embarcarme con mi presente, que me recuerda días felices por llegar. Así soy feliz cada día…

 

El punto y final no está puesto. Queda la invitación al lector.

 

 

                                  

                                   Todos los derechos reservados

                                   Jesús Cánovas Martínez©

                                   Filósofo y poeta.

                                   Ad astra per aspera.

domingo, 20 de noviembre de 2022

"CUENTOS COMPLETOS" DE FRANCISCO JAVIER ILLÁN VIVAS

 

CUENTOS COMPLETOS

FRANCISCO JAVIER ILLÁN VIVAS

PRÓLOGO DE LUIS ALBERTO DE CUENCA

M.A.R. EDITOR


 


Me va a permitir el autor, antes de nada, una pequeña enmienda a la totalidad; esta hace mención al título del libro, Cuentos completos. A mi modo de ver le falta una apostilla, que sería: hasta la fecha, pues Francisco Javier Illán Vivas está en la plenitud del vigor  creativo, y es de esperar que por mucho tiempo. Así que no debemos pensar que ha cerrado algún ciclo de producción, como puede ser el de la narrativa breve (la publicación de las Obras Completas suelen hacerlas los herederos); es más, estoy seguro de que a más no tardar nos sorprenderá gratamente con nuevos relatos.

Son sesenta cuentos los que componen el volumen, escritos a lo largo del dilatado período de tiempo de cuarenta años: cuarenta y siete de ellos aparecidos en diversos medios y debido a diversos motivos, sea en el volumen de 2013 La Isla y otros relatos, o en revistas y antologías e, incluso, en programas radiofónicos; los otros diecisiete hasta este momento eran inéditos. El orden de secuenciación de los mismos obedece a los arcanos de la mente del autor que yo ni siquiera trataré de desvelar.

La primera impresión que he recibido de estos Cuentos completos es la comunicabilidad que mantienen los relatos, como si estuvieran dotados de puertas y ventanas, y pasadizos secretos que los conectaran con el resto de la obra del autor y consigo mismos; algo que quizá responda a la intención consciente por parte de F. J. Illán Vivas de crear laberintos, puentes de conectividad e incluso pozos ciegos sin posible salida. Otra imagen que me viene a la cabeza para caracterizar el libro, aparte de la del laberinto, es la de un castillo interminable con dependencias, pasillos, salones, cámaras y fosos donde aguarda la sorpresa.

Al respecto de la interconexión que mantienen los textos traigo un par de ejemplos. Salta a la vista que el protagonista de Mi tiempo (relato publicado en 1982 en la revista Guía del Sureste) es el mismo que el del relato Condenado a una muerte efectiva (aparecido en 2012 en la antología Los mejores terrores en relatos después de treinta años de que apareciera el primero). El mismo despacho, el mismo orden de los objetos, la misma impoluta atmósfera casi decadente, la misma parsimonia del protagonista y los mismos actores secundarios…, y como música de fondo Carmen de Bizet; de repente, un estallido de vidrios que conducirá a dos posibles desenlaces. Otro ejemplo podría ser la concatenación que mantiene el cuento El gran secreto (aparecido en la revista LML en 2006) con los impecables inéditos que le siguen: El jardín, Tarde de lluvia en Nueva York y La primavera se negó. En los cuatro el protagonista es una mujer que habla en primera persona y los cuatro están traspasados por un especial lirismo con sabor a cartas, a misivas que nunca serán contestadas; a los cuatro recorre la sensación de derrota y de muerte, y los cuatro están dotados de una floral melancolía. En El gran secreto una mujer triunfadora, diplomática para más señas, recorre por las noches los bajos fondos de las ciudades a las que le lleva el destino, así pasea su vacío interior; ha triunfado profesionalmente, pero ha fracasado en el amor. Los siguientes relatos inciden en la sensación de fracaso amoroso, de muerte y renacimiento; un jardín otoñal que renace cuando los enamorados dicen al unísono “te quiero”; un banco del Central Park de Nueva York bajo la triste lluvia del atardecer precipita el recuerdo y la emoción; cuando el espíritu escapa, quedan las cenizas, pero cenizas impregnadas de un germen que nuevamente puede hacer brotar la vida (Una bellota contiene la creación de mil bosques, recuerda el autor citando a Emerson). El lector, si así le place, puede buscar otras correspondencias entre los cuentos que integran el volumen, y seguro que las encontrará.



Pero estos cuentos no solo están conectados entre sí, sino que muchas veces mantienen un vínculo con el resto de la producción literaria de F.J. Illán Vivas, especialmente la fantástica concerniente a la saga de La cólera de Nébulos. Vengo al caso de La espada. Dos parejas mantienen una amigable velada cuando el protagonista se aparta de sus invitados y de alguna manera es llamado por la espada que cuelga de una pared. La compró “en una rancia tienda en Toledo, a precio casi de saldo” y hasta ese momento la tenía olvidada. La espada le atrae de tal manera que termina por cogerla entre sus manos y al tiempo se le despiertan varias neuras, pero el hilo del relato no corre hacia el desenlace que el lector supuestamente prevé. El protagonista recuerda el nombre de la espada Dragonia, y esta le transporta, allende el tiempo y el espacio, a un lugar o dimensión paralela, donde la magia es posible. Judit aparece en el relato Pesadilla (publicado en 2004, con motivo de un homenaje a Robert E. Howard, en la revista universitaria El chino del maletín) y sabemos del carácter infernal de esta engañosa belleza que despierta las desenfrenadas pasiones, la concupiscencia más atroz y vampírica, por El retorno de la espada (2021).

Una característica de gran parte de los cuentos que integran el volumen es la técnica utilizada al escribirlos. Generalmente los abre un párrafo brillante que capta la atención del lector; acontece luego un relato que comienza a ser previsible, pero el autor, en un momento dado, de manera imprevista da un giro de tuerca al hilo conductor, a veces dos, o tres, con el que cambia el sentido de la narración. El lector queda confundido hasta que encuentra el nuevo hilo (ahora onírico o quizá fantástico, diferente en cualquier caso); finalmente, el cuento se cierra de modo también sorpresivo, y brillante. He mencionado antes La espada, que puede servir de ejemplo; sin embargo, vengo a reparar en el que lleva por título Concierto, privado, de Navidad (publicado en Matar a quienes manejan la economía, 2014). Choca ya su título con ese apóstrofe: privado, y su primer párrafo es impactante:

 

Cuánto le apetecía en aquel momento un cigarro, y su recuerdo se marchó hacia una dacha a las afueras de Omsk, cuando, rodeado de aquellos cuatro desconocidos, bebían, fumaban, cantaban y él, como siempre, hacía sonar su vieja getzen, la misma que le acompañó en el recital del Metropolitan hacía treinta años… La había besado tantas veces que sus labios, y la boquilla, tenían una huella común, capaz de acoplarse con más perfección que dos amantes.

 

Un famoso concertista está enfermo de muerte. Sabiendo que le queda poco tiempo de vida se decide a dar dos conciertos privados ante un selecto grupo de personas. Uno en la Fundación March donde interpreta el Concierto nº 3 para piano de Rajmáninov, adaptado para trompeta por primera vez en la historia. Sin embargo, la vuelta de tuerca sucede inesperada; estamos cercanos a Navidad y falta el árbol. Tras la composición del significativo símbolo navideño, el viejo concertista, sumido en sus reflexiones, esputando sangre, esperando a Ella, aunque sin miedo, se dirigirá a Moncloa para dar su segundo concierto.



No falta el humor y la broma en estos Cuentos completos. Un relato que me ha hecho especial gracia en este sentido es el que lleva por título La flema inglesa (publicado en Londres en 2017). El relato está escrito con la misma técnica de la sorpresa que he descrito antes, pero si en el Concierto, privado, de Navidad el humor se adosa con tintes negros y de muerte, aquí lo hace con sesgo erótico y festivo. Asistiremos al desconcierto de un pobre Asperger cuando asiste a un curso intensivo en Londres y conoce a María Victoria de los Ángeles, Viki, chica algo alocada, moderna y sin complejos que durante tres días le irá descubriendo ciertos entresijos de la vida londinense. Licaón en Moncloa (publicado en Anatomías secretas, 2014) es otro ejemplo del humor un tanto negro que gasta F.J. Illán Vivas. Un científico, demasiado soberbio, que ha investigado sobre la capacidad de mutación, comienza en primera persona alabándose a sí mismo:

 

Soy el Maestro en mi campo, la autoridad mundial única y he alcanzado el aburrimiento, no hay riesgo en mis estudios, en mis proyectos.

 

De cara a esa introducción la hilaridad está servida. Anselmo Casillas se llama el científico y lleva algo entre manos. Pero el autor está dispuesto a jugar con el mito de Licaón para trastornar de forma drástica, y risible, los proyectos del eminente científico.

Se podría decir que Licaón en Moncloa es un cuento con moraleja, pero hay alguno más. Subrayó dos de ellos; en uno se castiga la ambición desmedida, La leyenda del cactus (publicado en la revista LM Literaria, diciembre de 2005); en otro, Caballero del honor (publicado por primera vez en la revista Guía del sureste, mayo de 1983) donde, una vez más, se denosta el endiosamiento a que lleva la soberbia. El primero tiene como tema de fondo uno de los mitos que alentaron las expediciones de los conquistadores españoles: la búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud. “De Gonzalo, Conde y Gobernador de Santiago, lo tenía todo: poder, riqueza, mujeres, favor del Emperador”. ¡Ay!, pero le faltaba algo: la juventud, pues “sus sesenta y tres años marcaban su decadencia”. “¿Por qué los poderosos hemos de morir?”, se preguntaba con rabia. Servida queda la aventura porque a sus manos ha llegado un plano que indica la ruta a seguir para encontrar la fuente de la vida eterna, secreto custodiado por los incas. La ambición es extrema, pues no solo es de riquezas. Así aparecerá un juego de ambiciones que llevará al desastre entre el Conde y sus lacayos más próximos. El Caballero del Honor nos muestra un chuleta medieval que no ha perdido ningún torneo. Por casualidad oye una conversación en la que alguien nombra a una Princesa encerrada en la torre de un castillo, y el chuleta, ni corto ni perezoso, se encamina hacia allá con el fin de liberarla. Llegados aquí podríamos decir, ¡ole tus huevos!, y bueno, huevos no le faltan al tipo porque pasa a espada hasta al apuntador, pero…, y existe el pero…, pero…



Guiños a autores con los que J.F. Illán Vivas se siente cercano y responden a su iconografía literaria (Lovecraft, Poe, Tolkien, Robert E. Howard, Hemingway, Simenon, Daphne de Maurier, Ray Bradbury, Aldous Huxley…), paso de la realidad cotidiana a la realidad fantástica u onírica con tintes góticos (sobre todo en los cuentos pertenecientes al volumen La isla y otros relatos), dosis de humor, de erotismo, mucha melancolía, pesadillas, objetos cargados de magia, alusión a sus ancestros (los Illán, los Vivas), a sus lugares cotidianos (Molina de Segura, Los Valientes, el Mar Menor…) y, finalmente, un ramillete de hiperbreves con que nos regala.

Lo dejo aquí y quien quiera indagar que indague. Siempre he dicho que cada lector tiene derecho a su lectura; yo solamente he dado unas pinceladas acerca de mis impresiones sobre el libro. Estos Cuentos completos de J. F. Illán Vivas tienen una gran riqueza y puedo decir con seguridad que quien se asome a ellos no será defraudado.

 

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Jesús Cánovas Martínez©

Filósofo y poeta

Ad astra per aspera.

viernes, 11 de noviembre de 2022

OFICIOS DESAPARECIDOS. AMA DE CRÍA

 

OFICIOS DESAPARECIDOS. AMA DE CRÍA.

AMPARO GONZÁLEZ TOMÁS

EDITORIAL SOLDESOL

 




Son ocho relatos los que componen este libro, Oficios desaparecidos. Ama de cría, del que Amparo González hace entrega, los cuales como hilo conductor tienen la recreación de oficios desaparecidos, tal y como su título indica. Como estos oficios hoy no existen, tampoco existen las gentes que vivieron de ellos, por lo que los relatos se remontan a un pasado, sea este el de nuestros abuelos o el de los abuelos de nuestros abuelos; así el toque costumbrista se adhiere a ellos y es esencial a los mismos. El lector del libro, por consiguiente, debe prepararse para entrar en el tiempo remoto que recrean en cuanto a la forma de vida de sus protagonistas, a ese pasado de tradiciones hoy caducas que constreñía sus vidas y que, porque hoy son un mero eco o no existen, pueden chocar bastante a un urbanita de nuestros días; sin embargo, a este no le chocaran las emociones y anhelos que recorren a estos personajes, pues son universales y atienden a todo ser humano de cualquier época y en cualquier circunstancia.

Lo primero que cabe resaltar, por lo menos a mí me lo ha parecido, es la preponderancia que adquiere la mujer (la femineidad como categoría queda resaltada al máximo), tan arrumbada a papeles secundarios en un pasado desgraciadamente no tan lejano, como si Amparo González quisiera hacer una reivindicación allende el tiempo de su dignidad, de su valía y, en definitiva, de su capacidad de integrar una familia, aun sirviendo de sostén económico, posibilitando la pervivencia y cohesión de sus miembros. Una mirada femenina, analítica, tremendamente observadora, a la que no escapan los detalles por nimios que estos sean y difícilmente se le podrían ocultar las emociones del alma, recorre las páginas del libro y otorga a los relatos el punto de vista necesario para crear una atmósfera propia.

Ama de cría, quizá por ser uno de los relatos más significativos, encabeza la serie. Amparo González nos relata un drama (y bien es verdad que los ocho relatos adquieren tintes dramáticos). Hay cosas que no se eligen y acontecen como un fatum del que no podemos escapar y nos condicionará durante toda la vida. Tal ocurre con la protagonista del relato, cuya precaria vida estará traspasada por la muerte y el desamor; la felicidad que desea quedará diferida por la esperanza, pero la esperanza quedará sometida a duras pruebas. Tras un parto, que debemos suponer difícil, muere su hermana gemela y al poco su madre. Su madre era la segunda esposa de José, el padre, quien la tomó en nupcias una vez muerta la primera mujer, hermana de la misma. (Y no debe extrañarnos que esto ocurriera, pues dicha práctica se solía estilar en aquella época por varios motivos: porque ya se conocía a la familia, porque se le tenía cariño de tanto entrar en la casa, porque estaba bien visto si la hermana no tenía novio y, sobre todo —no fue el caso del padre de la protagonista— si se tenían hijos pequeños; de esta forma todo quedaba en familia.) Tras la pérdida, José, hombre de mirada de pájaro atento, dejó de mirar y perdió el interés por vivir; aun así, busca un ama de cría que amamante a su hija superviviente. Encontrar una nodriza para los hijos era señal de bonanza económica de la familia; pero esta tenía que cumplir una serie de requisitos, los cuales reproduzco aquí para mostrar el detallismo de la autora:

 

Que su edad oscilara entre los diecinueve y veinticinco años, que estuviera amamantando a su hijo, pero que este no contase con más de dos o tres meses de edad. También que poseyera un buen informe médico; estar vacunada y tener una salud rebosante. Se valoraba en exceso que no tuviera ninguna enfermedad en la piel. Otro documento importante, que redactaba el cura del pueblo, era el de «buena conducta» y una moral intachable, con ir a misa era suficiente.

 

En fin, aquello se parecía al ajuste para comprar una vaca. Pero volviendo al relato, y como refiere la autora “toda existencia personal descansa en un secreto”. Quizá sea así. El caso es que Luciana, la nodriza, parece que lo tiene. José, que pronto se da a la bebida, no lo sospecha, a pesar de un cuadro premonitorio y horriblemente realista que contempla en casa de la futura ama de cría; tampoco le alertan sus ojos pequeños y crueles. (Es sabido que el mal existe y con frecuencia anida en las personas; dejo que el lector descubra este pormenor por sí mismo.) Al borde de la muerte, la protagonista tiene la suerte de ser rescatada de esta ama. Se quedará huérfana de padre y deambulará de casa en casa; un muchacho que con timidez la ronda, su primer y gran amor, morirá prematuramente. E, incluso, en una de estas casas de acogida, la del Hierbas, abuelo político y naturista para más señas, en la que recibe un verdadero afecto, sufrirá un fiasco. El Hierbas solo tenía un vicio: era un jugador empedernido, y las cuatro herencias típicas de la época que le dejaron sus padres, el susodicho las pierde en el juego:

 

Un arca con un ajuar completo bordado que era el de mi madre; una pequeña finca en Los Molinos, situada en un buen lugar; la tercera parte de una gran casa familiar, y un cofrecito con joyas de la familia.

 

¡Vaya con el Hierbas! La ironía no falta en la escritura de Amparo González, muchas veces soterrada, pero otras tantas explícita. La protagonista, de la que se hurta el nombre, al paso de los años, muy entrada en la madurez, se casa con un hombre que la ama. No es su primer amor, por lo que duda en tomar tal decisión, pero bastante áspera había sido su vida para renunciar a la felicidad que le rondaba. El relato, sin embargo, no acaba aquí, porque todavía queda algo por resolver: el misterio de su ama de cría. El azar o los remordimientos llevan a una “austera vieja” a desvelar dicho misterio. La protagonista necesita comprender las raíces del mal, tal vez disculpar. Tras el encuentro con la vieja, confiesa:

 

Muchas preguntas surgieron de regreso a casa. Pero decidí meterlas en el baúl de las “extrañezas de la vida” para conseguir olvidar a una madre desgraciadamente inolvidable.

 

Y ahí termina el relato, sin colorín colorado, con un final abierto para que el lector pueda imaginarlo.

 


Con una prosa clara, pero intuitiva; con un análisis pormenorizado, pero liviano en la lectura, Amparo González pasa revista a una serie de heroínas que se podrían elevar a la categoría de arquetipo. Son mujeres luchadoras que se rebelan ante su condición generalmente de pobreza, y no solo pecunaria. Este es el caso de la cigarrera, de la cual curiosamente, al igual que la protagonista del primer relato, tampoco se nos dice el nombre (¿qué pretende la autora con tal ardid?). A los dieciséis años huye de su casa para no volver más. Está  harta del maltrato que su padre da a su madre, y en la capital del Reino, con tan humilde empleo como el de cigarrera logrará salir adelante e, incluso, enviar dinero a su familia. Pronto observa que un muchacho la ronda y conocerá el amor. Sin embargo, el mal golpea, y golpea siempre de forma necia y absurda,  por lo que tales presagios de dicha se truncaran por no ceder a los deseos de un cliente; para colmo descubrirá que su príncipe azul era un príncipe envenenado, pues comienza a repetir los malos hábitos de su padre… No obstante, a pesar de estos descalabros, la vida sigue y tal vez le sonría en un futuro no demasiado lejano.

Hay una bondad natural en estas mujeres, inocencia en el más genuino sentido del término, que difícilmente se pervierte aun con los reveses sufridos. Cándida, la lavandera, al intimar con Viana, la mujer que le da trabajo, descubre que puede haber otro tipo de amor diferente al que ella y su marido se profesan. ¿Cómo es posible que después de cincuenta años de matrimonio un esposo ejemplar deje a su mujer por una sirvienta? Podría ser por el tedio que suman los años sobre los años. En cualquier caso, ¿se podría otorgar el perdón a esta infidelidad? Dejo de lado estas preguntas y vengo a considerar el caso de la azacana o aguadora, Catalina, quien, con un padre desaparecido en la guerra y pronto huérfana de madre, pasa a la tutela de la abuela con su hermano Gabriel. Los dos hermanos tendrán que ganarse la vida de aguadores, duro trabajo mal pagado que les lleva a recorrer infinitas leguas al día por caminos llenos de peligros para vivir con un poco de dignidad. Fue una suerte que Catalina no hubiera heredado el labio leporino que caracterizaba a las mujeres de la familia, por lo que Juan de Dios, el hijo de un hacendado bien situado, fascinado por su belleza, pronto se enamora. Casa Catalina con Juan de Dios y Gabriel se va a vivir con ellos, pero el mal, soterrado, oculto, está ahí: Juan de Dios guarda un secreto, tal vez demasiado pesado para sus hombros.

Y, bueno, dejo de contar mis impresiones sobre Oficios desaparecidos porque el lector tiene derecho a descubrirlas por sí mismo; pero sí diré que una vieja silla de enea nos rebelará los secretos inconfesables de un pederasta y que Amparo González homenajea a Hemingway en un relato cargado de lirismo y ternura, y que se adentra en el alma turbulenta de un capador de animales y, por último, que denuncia la fatalidad de la guerra, el daño irreparable que produce en las familias que no tienen el suficiente dinero para evitar que sus hijos sorteen.

 

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Jesús Cánovas Martínez©

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