FUERA DEL CALDERO DEL
DIABLO
(UN VIAJE DE LAS
TINIEBLAS A LA LUZ)
JOHN RAMÍREZ
HEAVEN AND EARTH
Cuando una familia
emigra de Puerto Rico a Estados Unidos quizá no encuentre la prosperidad y el
bienestar que buscaba. Puede ser que su destino sea un barrio marginal de una
gran ciudad donde la vida de sus miembros se convertirá literalmente en un
infierno. Y esto mismo es lo que nos relata John Ramírez en Fuera del Caldero del Diablo, obra
escrita en un estilo directo pero altamente sugestivo. Porque John Ramírez,
hijo de emigrantes puertorriqueños, no solo nos contará la dureza de la vida en
el Bronx, sino que añadirá algo inquietante: su trato con la Santería, el
Espiritismo, y, finalmente, con el Palo Mayombe, la práctica más perniciosa de
una mal llamada religión.
Un padre adorador del
diablo que se desentiende de su mujer y sus cuatro hijos; al poco dinero que
aporta a la familia suma sus grandes ausencias, ya que está ocupado en cortejar
mujeres y beber de bar en bar. La familia apenas subsiste con ayudas sociales,
pero pasan hambre y frío, puesto que carecen de lo más elemental para
sobrevivir, y cuando el padre aparece hay tunda para la mujer y los hijos. John
es el mayor de los cuatro hermanos y pronto desarrollará un odio cerval contra
el padre, por eso se alegrará cuando a este le vuelen la cabeza de un disparo a
la salida de un bar.
Es lo que hay en el
Bronx: dureza, drogas, impiedad. Y tanto es así que una diversión de los
vecinos consiste en contemplar desde las ventanas de sus pisos como las bandas
rivales pelean entre sí y se ajustan las cuentas; después de estas peleas
algunos no se levantarán del suelo. Los asesinatos están a la orden del día y
suceden en plena calle; la policía apenas interviene, y cuando lo hace, es de
manera meramente protocolaria.
Una tía de John, hermana
de su padre, lo inicia en la Santería a la edad de diez años. Descubre John un
submundo en el que están implicados individuos de la más diversa índole y
extracción social: abogados, jueces, policías, comerciantes, periodistas,
políticos… Aun con miedo, John queda fascinado por las posibilidades que le
ofrece la Santería. Con los años irá ganando poder y estatus; el precio, vender
su alma a Satanás (a quién llamará papá)
y convertirse en su servidor.
Guiado por brujos de alto
rango, comienza a conocer John ese mundo de los espíritus malignos, sus nombres
y las funciones que cumplen. Conoce los principados que gobiernan las diversas
regiones de la tierra y los diversos espíritus que causan daño de múltiples
maneras. Por medio de la intermediación de determinados rituales de magia roja
y negra, fundamentalmente, aprende a operar en el mundo intermedio para causar
daño en el mundo material. Trabaja por encargo y por dinero, y no rehúye
realizar maleficios de muerte. Conforme crece su prestigio y su poder, crece su
odio; odio que dirige fundamentalmente contra los cristianos. En este sentido,
cuenta cómo llega a realizar gratis maleficios de muerte contra estos, aunque,
paradójicamente y para sorpresa de él, algunos no dan el resultado previsto.
Es de agradecer que John
Ramírez no se detenga en los ritos de la magia (la utilización de ese temible
caldero, instrumento por antonomasia, en cuyo interior hay huesos humanos y
sangre sacrificial), aunque de refilón cuenta cómo los santeros saltan las
tapias de los cementerios para captar las almas de los recién fallecidos o cómo
merodean por los tanatorios con el mismo fin. Ciertamente son prácticas
macabras, pero atienden al propósito de ganar almas para el diablo. Otro modo
como lo consiguen es fascinando a la gente con determinadas mancias, ocasión
para revelarles el estado de sus vidas y mostrarles un previsible futuro. Todo
vale si se trata de apartar a las gentes de Dios y ganarlas para el diablo.
Conseguido por méritos
propios un puesto elevado en la Santería (la cual tiene un orden jerárquico y
una organización parecida a la de un ejército), ahíto de prestigio y poder, en
una situación en la que no le escasea el dinero ni las mujeres, ni los bares ni
los coches lujosos (le tienen miedo y respeto, su presencia impone), a John
Ramírez todavía le falta algo, y quizá sea lo más importante. John no es feliz,
su vida personal es un fracaso. Ha perdido a su mujer y a su hija, y siente un
gran vacío interior. Se da cuenta de que hace lo mismo que su padre hacía, a
quien tanto odiaba. Quizá con un resto de lucidez, indudablemente tocado por la
gracia, intenta dejar ese mundo y comprueba que no puede. Será castigado
incluso con un año de ceguera. Consciencia que no es libre y su interior se
escinde. No puede escapar pero lo desea. La sensación que experimenta es la de
estar atrapado por barrotes invisibles. Se angustia.
No voy a entrar a
deslindar el arduo proceso que lleva a John a caminar desde las tinieblas hacia
la luz. Sí diré que es dramático y pasa por una visión del infierno. John no
escapa tampoco a los ataques de los demonios y de sus antiguos correligionarios,
pues cualquier deserción o desvío de la Santería o el Palo Mayombe se paga con
la muerte.
Por una serie de
circunstancias John visita una iglesia evangélica; allí es poseído por los
demonios y se produce una escena dantesca. Pero John insiste en las visitas a
la iglesia porque resulta un reto para él echar un pulso a los cristianos y a
ese tal Jesús. Tal pulso termina con su bautismo y conversión. A partir de ese
momento John Ramírez se convierte en un servidor de Jesucristo y en un
predicador del Evangelio.
Hay personas que habitan
en un sueño extraño. O no se enteran o no quieren enterarse, mientras sufren los
embates del mal y caminan hacia la muerte, de que el mundo sensible tiene algo
de espejismo y es otra realidad la que acecha tras la trastienda de las
apariencias. Ponderar testimonios como el de John Ramírez a estas personas les
puede llevar a cierto despertar. A mí me resulta muy chocante que personas con
formación intelectual y con criterio todavía sigan enclaustradas en las concepciones
de un burdo materialismo. Hace cuarenta o cincuenta años la “solidificación”
del mundo todavía podía hacer comprensibles este tipo de posturas; pero hoy en
día intelectualmente resulta imposible mantenerlas porque el mundo en que
vivimos se ha “licuado”, siguiendo la metáfora de Zygmunt Bauman, y no solo en
cuanto a instituciones y estructuras sociales o, si a cambios psicológicos se
refiere, en cuanto a la asunción sin mayores complicaciones por grandes masas
de población de la posverdad, sino, lo que resulta aún más grave, por la pérdida
de todo asidero o protección con respecto a las fuerzas disolutorias.
Que el ciego siga en su
ceguera, pero recuerdo que hace años René Guenón advertía de las fisuras en La
Gran Muralla; si en los albores del Kali Yuga eran reparables con cierta
facilidad, no sucede así en esta época de fin de ciclo que nos ha tocado vivir,
ya que el materialismo ha creado una capa que impide el influjo de las
influencias benéficas, mientras que, como contrapartida, se abren las brechas
por donde penetran las influencias demoníacas. Es así que “la licuación” del
mundo únicamente atañe a las protecciones contra la influencia de lo bajo, y
tal circunstancia se agrava porque las organizaciones de orden espiritual cuyo cometido,
por lo menos en parte, era la defensa, se repliegan sobre sí mismas. El viaje
de John Ramírez desde las tinieblas a la luz, me lleva a considerar que La Gran
Muralla tiene lienzos derruidos y parte de sus bastiones han sido tomados, pero,
aun así, cabe la esperanza, porque sigue resistiendo los embates del mal.
Si quieres ver un
documental en el que John Ramírez habla de sus experiencias, pincha aquí: Documental sobre John Ramírez
Jesús Cánovas Martínez©
Ad
astra per aspera.
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