POR
UN PAQUETE DE CELTAS
JUAN
GIL PALAO
(Con
prólogo de Francisco Javier Illán Vivas e introducción del autor)
EDICIONES
IRREVERENTES S.L., 2019
Por un
paquete de Celtas
lo constituyen quince cuentos cortados a bisel, duros, broncos, de una esencial
crudeza, acorde con el tema que tratan: la violencia en general y, con especial
relieve, la violencia de género y doméstica; al hilo, Juan Gil Palao, aborda
una serie de problemáticas colaterales en que el binomio amor/desamor adquiere
una inusitada patencia. Si este es el fondo, la forma de la escritura se le
acomoda como un guante al adquirir el tono de un realismo sin concesiones.
Paso a dar unas
pinceladas sobre el libro, según las impresiones que me ha dejado su lectura.
Lo primero que echo de ver es que en todos los
cuentos se desprende una suerte de moraleja, una enseñanza para la vida o
advertencia para caminantes, que bien harían si se detuvieran un momento y la
ponderaran debidamente. En este sentido, Por
un paquete de celtas cabría encuadrarlo en el género apológico, pues al
terminar su lectura da la impresión que todo él en su conjunto apunta a la
enseñanza que el autor quiere transmitirnos.
Desde esta
perspectiva, los dos últimos relatos, aunque cada uno de ellos tenga su
moraleja o enseñanza particular, me parecen conclusivos de la totalidad del
libro, ya que en última instancia invitan a aprovechar los instantes de la vida
que se escapan como granos de arena entre las manos.
En el penúltimo, cuyo
título ya es bastante significativo, La
vida fue un soplo, se nos invita a vivir bien la vida, a llevar una vida
buena, plena, intensa, porque el tiempo pasa y no vuelve hacia atrás; por eso
hay que actuar desoyendo cualesquiera tipos de estrecheces mentales, porque si
en un momento determinado no se toma una
decisión fundamental y se
articulan los medios para llevarla a cabo (con especial relevancia si se trata
de declararse a la persona amada), quizá sea tarde después y lo único que se
pueda constatar sea el propio fracaso vital.
Ahora bien, si la vida es un soplo e indefectiblemente
pasa, ¿cómo vivirla de un modo correcto? Esta es pregunta importante que el
autor aborda en el último relato, Cabeza
de chorlito (y supongo que, al ordenar el libro, Juan lo ha puesto en ese
lugar a conciencia), el cual, dicho sea de paso, es uno de los más emotivos. En
él aparece la figura del abuelo, tal y como la recuerda uno de sus nietos; a la
par de una reivindicación del valor de la ancianidad, el relato está traspasado
por una contenida emoción, un recuerdo, íntimo y entrañable, del abuelo y de
los días ya idos para siempre, aunque de alguna manera intactos en la memoria y
el corazón de quien escribe.
Mi
abuelo es una de las suertes que la vida me ha dado, siempre me ha marcado
mucho, y aunque se haya ido, para mi sigue viviendo, porque está siempre en la
memoria y en el recuerdo, lo mismo que mi abuela, que le precedió unos años
antes.
El paso
de la vida es continuo, el tiempo implacable y los años pasan, más rápido
cuanto más edad cumplimos. Y crecemos, y maduramos, y envejecemos sin darnos
cuenta, despertándose recuerdos que parece que sucedieron ayer.
¿No parecen reminiscencias
biográficas? Es de notar que de este abuelo no se dice el nombre, con lo que el
autor resalta así su cualidad de arquetípico. Es el abuelo de todos los
abuelos; un abuelo que, en definitiva, recordará al del lector si tuvo la
suerte de tenerlo. Pozo de sabiduría para el nieto, con la trasmisión de una
visión del mundo y, concomitantemente, de la serie de experiencias y
tradiciones que conlleva, le inculca la virtud de la ponderación, tan necesaria
para el buen vivir: ese juicio equidistante entre las cosas y los
acontecimientos que no obedece sino a la bondad aquilatada por los años. El
mejor sentido del término medio es una mirada buena sobre la gente y la
naturaleza con que se apuntala el saber vivir, imprescindible para alcanzar la
vida feliz. La Felicidad con mayúsculas posiblemente no exista en el mundo,
aunque sí la felicidad con minúscula, humana, asequible a cada uno de nosotros
en el sentido más aristotélico del término, y esto mismo es lo que Juan Gil
Palao quiere evidenciar.
No obstante, para llegar a esta sabiduría de
vida y comprender la enseñanza que se desprende del último cuento, quizá
debamos leer el libro y transitar por sus páginas en las que se nos van
ofreciendo, de una u otra forma, las caras del desamor. Porque a mí entender o,
por lo menos, en mi lectura, el autor incide en este desamor de manera obsesiva,
y en el dolor y sufrimiento que produce, circunstancia quizá necesaria para
poder llegar finalmente a la valoración ecuánime de la vida, y ponderar en sus
justos términos eso que llamamos amor, que para Juan Gil Palao, adelanto, no es
la ilusión placentera o emocional del momento.
Tal vez el cuento más
bronco de todos, con las aristas más cortantes, sea el primero, sin lugar a
dudas puesto a propósito en el inicio y que da título al libro: Por un paquete de Celtas. Con toda su
crudeza, el autor nos muestra una familia desestructurada, donde siempre planea
la amenaza, el grito y la posibilidad del maltrato no solo psíquico sino
físico. Un padre violento que maltrata a su mujer y a sus hijos, envía a su
hijo adolescente a que le compre un paquete de Celtas. El muchacho compra el
paquete, pero algo le pasa por la cabeza cuando decide no volver a casa; de tal
forma inicia una vida en solitario. Podría terminar aquí el relato, pero al
lector le esperan una serie de vueltas de tuerca. Después de una serie de
avatares, de una vida de trabajo, y de llegar a una estabilidad y solvencia
económica, este muchacho, ya hombre, encuentra a la mujer que cree será su compañera
para toda la vida. La sorpresa para él, y para el lector, es que esta mujer
debido a su inestabilidad, tal vez debido a problemas de tipo psíquico,
comienza a maltratar al protagonista hasta el punto de que la vida entre los
dos, en la familia, pues ya han llegado los hijos, se hace insoportable. Los
esquemas se repiten, pero por una especie de ley del espejo, a la inversa. Si
antes su padre fue el maltratador; ahora cogerá las tornas su mujer, que le
hará la vida imposible. Y nueva vuelta de tuerca: deriva este infierno en una
falsa denuncia cursada por la mujer, asesorada por una abogada, al
protagonista, con la consecuente detención de este. Por si fuera poco, no se le
supone la presunta inocencia, sino que es él quien tiene que demostrar su no
culpabilidad, con el consiguiente desgarro psíquico que esto le conlleva.
La enseñanza se
desprende por sí sola, en la que no quiero insistir y dejo a la consideración
del lector; aun así, y puesto que Juan Gil Palao invita a ello, no puedo dejar
de lanzar unas preguntas: ¿Es correcta la actual ley de protección de la mujer
(una discriminación positiva), que por otro lado no evita la violencia y las
muertes de mujeres? ¿Más que un tratamiento judicial, y ya que son personalidades
trastornadas las que protagonizan estos hechos, no cabría abordar estas
problemáticas de otra manera, me refiero con la intervención del psicólogo o el
psiquiatra? A este hilo resalto, tal y como hace el autor, que los
maltratadores poseen una personalidad desequilibrada; sin embargo, habría que
concluir que las víctimas, por no rebelarse y asumir el papel de víctimas sin
más, también. Profundizar en esto sería entrar en un tema escabroso como el del
sadomasoquismo. Los maltratadores, por lo general, tienen dos caras: la que
ofrecen al público y la que ofrecen en casa: la que ofrecen en casa es la de la
violencia y falta de respeto. Las víctimas suelen ser seres frágiles,
obedientes, débiles, y lo último que están dispuestas a admitir es lo que les
está ocurriendo; por eso fácilmente desoyen los consejos de familia y amigos.
Como si se reflejaran
unos en otros, como si siguieran esa suerte de ley del espejo, se van
desprendiendo y sucediendo los relatos del libro. Si en Por un paquete de Celtas, el resultado podríamos considerarlo casi
feliz, porque el protagonista logra rehacer su vida, no sucede lo mismo con el
siguiente Asturias, patria querida,
que termina con un suicidio.
Son temas candentes
los que se tratan, pero el del desamor siempre se significa de forma cruda; lo
cual, como reverso, y como he dicho antes, lleva a ponderar de manera indirecta
lo que sería el amor, el verdadero amor. De forma magistral el autor incide en
el amor de pareja, el de un hombre con una mujer, en varios de sus cuentos.
Aunque la ironía parece ausente en el libro, me ha parecido detectarla en el
relato La novia de Braulio y, más aún,
en el que lleva por título Princesa. Me centro en este último. ¿Qué
sucede cuando a una niña desde bien chiquitita la llaman princesa y le muestran un mundo que se pretende de color rosa? Que
se lo cree. Se siembra así la simiente del fracaso. Cuando llega a mujer, la
princesa se casa con lo que creía su príncipe azul, pero, resulta, que el
príncipe no tiene nada de azul y menos de príncipe… y ese matrimonio deriva en
un fiasco. El contacto con la realidad es durísimo. Aun así, Juan Gil Palao,
por lo general, no quiere dejarnos con un mal sabor de boca y los protagonistas
de sus relatos de algún modo rehacen su vida. La Princesa encontrará al hombre que la hará feliz, que ya no es un
príncipe azul, sino sencillamente un hombre que
la quiere, la aprecia y la respeta.
Por último resalto la
concepción que el autor tiene del amor, que hace especialmente explícita en el
cuento que titula Amor virtual. Para
Gil Palo el amor no consiste en una idealización de la relación de pareja y
vivir en las nubes; el verdadero amor, para él, tiene un sentido práctico. De
este modo, valora en sus personajes, a la par, la doble capacidad de rehacerse
y de trabajo. Y, enlazando con lo dicho anteriormente, patentiza de forma unánime
el axioma que se podría enunciar del siguiente modo: es necesario saber vivir
para poder amar, y viceversa, quien ama necesariamente ha aprendido vivir. Los
personajes de los cuentos que encuentran la dicha, o son prácticos o, a fuer de
descalabros afectivos, se convierten en prácticos. Para el autor el verdadero
amor tiene un tinte antiromántico porque es el que toca tierra en el día a día;
es aquel que reconoce las heridas o errores del pasado, pero los siente como
pasados; es aquel en el cual se comparten anhelos y esperanzas, pero también
los problemas cotidianos con voluntad de afrontarlos y seguir adelante.
Llegó
de inmediato la convivencia, el día a día, la intimidad, y el sexo de forma
cotidiana. Se conocieron entonces en sus defectos, en sus miedos, en sus
manías, en sus rarezas, en sus miserias, en sus partes negativas, en sus
enfados y en todas sus conductas. Conocieron sus diferencias. Superaron todas
las barreras, y supieron quererse. Comprendiendo que eran compatibles para
pasar juntos el resto de sus vidas y reflexionando en que tal vez las cosas no
pasen por casualidad sino por algo más lejano a lo imaginable.
No debo desbrozar más
este libro, vivo y directo, casi ofensivo en algunas ocasiones; en otras, tierno
y de gran dulzura. Tal cometido lo dejo al lector que seguro encontrará un
auténtico placer en ello.
Juan Gil Palao
trabaja en los juzgados de Yecla, es tramitador profesional y ha asistido a
tomar declaración a numerosas personas que han pasado por las situaciones no
del todo idílicas que aquí relata. Una experiencia vital y profesional, por
tanto, corrobora la veracidad de sus cuentos, que son realistas al extremo y,
desgraciadamente, en el día de hoy siguen ocurriendo con demasiada frecuencia.
Señalo, por último,
que Por un paquete de Celtas fue
galardonado con el X PREMIO INTERNACIONAL VIVENDIA VILLIERS DE RELATOS.
Jesús
Cánovas Martínez@
Filósofo
y poeta
Ad astra per aspera
Esta genial, como todo lo que escribe Juan.
ResponderEliminarMuchas gracias
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